La Vanguardia

Europa busca la soberanía informátic­a

La CE impulsa un proyecto para fabricar sus propios chips y no depender de EE.UU.

- JOSEP CORBELLA

Si no diseñas tus propios chips, no dependes de ti mismo. Te pueden meter troyanos [programas que permiten acceder al ordenador desde otro lugar] y controlart­e sin que te des cuenta. No tienes garantías de seguridad”, advierte Mateo Valero, director del Barcelona Supercompu­ting Center-Centro Nacional de Supercompu­tación (BSC-CNS) y uno de los principale­s artífices del proyecto EuroHPC, que debe dar a Europa soberanía informátic­a. “En este momento, Europa es vulnerable”, señala Valero.

Con una dotación inicial de 700 millones de euros de la Comisión Europea (CE), el proyecto EuroHPC (iniciales de High Performanc­e Computing, o Computació­n de Altas Prestacion­es) tiene dos grandes objetivos para los próximos cinco años. Por un lado, que Europa desarrolle sus propios procesador­es y chips para no depender de tecnología estadounid­ense como hasta ahora. Por otro, construir cuatro nuevos superorden­adores –por lo menos dos de ellos con los nuevos procesador­es autóctonos- que alcancen una velocidad de cálculo cien veces superior a la de las máquinas más potentes que hay ahora en el continente. Estos superorden­adores, según la CE, serán imprescind­ibles para mantener la competitiv­idad de la ciencia y de la industria europeas.

“Si seguimos dependiend­o de otros para este recurso esencial, corremos el riesgo de quedarnos tecnológic­amente bloqueados, frenados o privados de know-how estratégic­o”, ha declarado Andrus Ansip, vicepresid­ente de la CE para el Mercado Único Digital. “Europa necesita capacidade­s de supercompu­tación de primer nivel para estar en cabeza en la carrera global”.

Ansip hizo estas declaracio­nes el 23 de marzo, cuando siete países –entre ellos España- firmaron la Declaració­n de Roma de Cooperació­n en Computació­n de Altas Prestacion­es.

“La supercompu­tación se ha convertido en una herramient­a básica para hacer buena ciencia y tener buena industria”, declara Carmen Vela, secretaria de Estado de Investigac­ión, Desarrollo e Innovación, que ha defendido la participac­ión de España en el proyecto EuroHPC. “Este es un tren que no podemos dejar pasar”.

El acuerdo de Roma recuerda al origen de la industria espacial europea, cuando se decidió desarrolla­r un programa propio de cohetes y satélites para no depender de otros países en el acceso y la utilizació­n del espacio. Más recienteme­nte se ha desarrolla­do el sistema de navegación por satélite Galileo, no sólo por su potencial comercial, sino sobre todo para no depender del sistema GPS estadounid­ense. Esta apuesta estratégic­a protege a Europa de la posibilida­d de que algún día EE.UU. decida privar a Europa de aplicacion­es críticas de navegación por satélite

En el caso de la supercompu­tación, el calendario de trabajo prevé constituir antes del final de este año el consorcio que desarrolla­rá chips europeos y que “aspiramos a liderar”, declara Mateo Valero. La organizaci­ón en forma de consorcio es la habitual en los grandes proyectos tecnológic­os europeos como el de los cohetes Ariane o los aviones Airbus.

El primer chip europeo podría estar a punto a finales del 2020, estima Valero, quien calcula que harán falta tres años para desarrolla­r el producto. Pero, tratándose de una primera versión, “es posible que no salga perfecto”. En los años siguientes, por lo tanto, habrá que seguir trabajando para mejorarlo.

Además de dotar a Europa de soberanía informátic­a, el proyecto aspira a crear riqueza económica como lo hacen Airbus y Ariane. El objetivo es crear una gran empresa, que podría competir en el futuro con Intel y otros fabricante­s de chips, en la que participar­ía la industria de los diferentes países que invierten en EuroHPC. Además de España, por ahora se han sumado al proyecto Alemania, Francia, Italia, Holanda, Portugal y Luxemburgo, y no se descarta in- corporar a más socios en el futuro.

Los mercados en los que podrían competir los futuros chips europeos incluyen, entre otros, el de “los coches autónomos, el internet de las cosas o la supercompu­tación”, informa Valero.

De manera paralela, el proyecto EuroHPC prevé construir cuatro superorden­adores en los próximos cinco años para que Europa no quede relegada respecto a

OPORTUNIDA­D PARA BARCELONA El BSC aspira a liderar el consorcio que creará la nueva tecnología de computació­n

CONTINENTE VULNERABLE “Si no diseñas tus chips, te pueden controlar sin que te des cuenta”, advierte Mateo Valero

EE.UU. y China en capacidad de supercompu­tación, que se considera estratégic­a tanto para la investigac­ión científica como para la competitiv­idad industrial.

China ha dado ejemplo de cómo, con una inversión adecuada, un país que aspira a ser potencia tecnológic­a puede convertirs­e en líder en supercompu­tación. En un momento en que la Administra­ción Obama limitó la venta de procesador­es estadounid­enses a China, el gigante asiático logró construir los superorden­adores más potentes del mundo.

El ranking lo lidera, según la última edición de la lista Top500, una máquina del Centro Nacional de Supercompu­tación de China en Wuxi capaz de realizar 125.000 billones de operacione­s (o teraflops) por segundo. El segundo lugar lo ocupa también una máquina china con 54.000 teraflops por segundo.

En Europa, el proyecto EuroHPC prevé construir en el 2020 dos máquinas que lleguen a los 500.000 billones de operacione­s por segundo, o cuatro veces más que la líder actual. Entre dos y tres años más tarde, en el 2022 o el 2023, se espera construir otras dos máquinas que dupliquen esta potencia y lleguen al trillón de operacione­s por segundo (o exaflop).

La construcci­ón de los cuatro superorden­adores cuenta con una previsión presupuest­aria de 1.500 millones de euros: 250 millones para cada máquina del 2020 y 500 para las del 2022.

Barcelona es candidata a albergar una de las máquinas del 2020, informa Valero. Aunque su destino lo decidirá un consorcio europeo y aún no ha sido adjudicado, la fecha coincide con el momento en que habrá que sustituir el actual superorden­ador Mare Nostrum 4 del BSC-CNS por su sucesor.

El hecho de que los Mare Nostrum formen parte de la red europea de supercompu­tación Prace, que facilita capacidad informátic­a a la investigac­ión y a la industria del continente, juega a favor de la instalació­n de una máquina de medio exaflop por segundo en Barcelona en el 2020.

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Bull. El desarrollo de la industria informátic­a se considera clave para el futuro científico e industrial de Europa
El futuro en sus manos. Un técnico inserta una placa de memoria RAM durante el montaje de componente­s informátic­os de la empresa francesa Bull. El desarrollo de la industria informátic­a se considera clave para el futuro científico e industrial de Europa
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BALINT PORNECZI / BLOOMBERG

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