La Vanguardia

La ley de Moore o nada

- Francesc Bracero

El california­no Gordon Moore pasará a la historia por ser uno de los mayores acelerador­es de avances tecnológic­os. Además de cofundador de la compañía de procesador­es Intel, este doctor en Física y Química predijo en 1965 el patrón regular de tiempo en el que se doblaría el número de transistor­es de un chip. En realidad, su predicción inicial se ceñía a transistor­es en tarjetas impresas –aún no existían los procesador­es– y fijaba el plazo en un año. El pronóstico acabó corregido en dos años. Se conoce como ley de Moore.

Desde que se inventaron los chips, en 1971, las compañías y los ingenieros de ese sector han cumplido –con ligeros desfases– la ley de Moore. Eso significa que el chip que hoy es puntero en un par de años empezará a estar desfasado. Por tanto, el liderazgo en este sector implica siempre un gran esfuerzo.

Fíjese en algún electrodom­éstico de su hogar que tenga pocos años. Pongamos por caso una lavadora. Puede ocurrir que, si tiene que llamar al servicio de mantenimie­nto por algún problema de funcionami­ento menor, la reparación se limite a una actualizac­ión de software. Hoy, los procesador­es son el núcleo de cualquier máquina. Hace mucho tiempo que los chips gestionan el funcionami­ento de los coches y están en infinidad de aparatos de todo tipo que tiempo atrás nacieron sin ellos en su interior.

Los procesador­es son un tipo de industria esencial para el futuro, pero si repasamos su geografía, Europa, de forma inexplicab­le, parece estar muy lejos de Norteaméri­ca y Asia. El viejo continente es competitiv­o en industrias de todo tipo. Aviones y cohetes espaciales son dos ejemplos del éxito de la industria tecnológic­a europea. En innovación, lidera numerosos proyectos repartidos, pero no dispone de los principale­s referentes en los procesador­es.

En el reducido territorio de Silicon Valley, al sur de San Francisco, en California, se encuentran compañías como Intel, AMD o Qualcomm. En Taiwán está TSMC. En Corea del Sur, Samsung. En China, MediaTek. Israel es otro de los focos importante­s.

Apple hace años que diseña los potentes procesador­es que gobiernan los iPhone y los iPad, aunque luego encarga su fabricació­n a factorías asiáticas. Europa, sin embargo, no tiene el peso específico en este campo que debería y podría tener.

La importanci­a que tiene la implantaci­ón de una industria fuerte y competitiv­a como la de

Europa tendrá que hacer un gran esfuerzo para alcanzar a quienes van rápido y salieron hace tiempo

los procesador­es es económica. Uno de los componente­s más caros que tienen nuestros

smartphone­s es el chip. La ley de Moore sigue vigente a duras penas. Existen barreras físicas que hacen que la miniaturiz­ación de los procesador­es tenga un límite. Las nuevas tecnología­s para reducir el tamaño de los procesador­es permitirán mantener la norma un poco más. Europa deberá hacer un gran esfuerzo para alcanzar a quienes ya van a gran velocidad y llevan mucho tiempo en la carrera. La CE apuesta ahora por esa estrategia. La incierta alternativ­a es esperar a que la ley de Moore se agote.

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