La Vanguardia

El Brexit de la música ‘british’

El Primavera Pro aborda los efectos para el sector de un voto que puede herir a Londres

- JUSTO BARRANCO

SEGUNDA VUELTA ELECTORAL Billy Bragg cree que Corbyn puede ganar si votan los jóvenes: el Brexit fue de jubilados

Quizá sea porque un tema sobre la primera ministra británica, Theresa May, titulado

Liar, liar (mentirosa, mentirosa), de Captain Ska, se ha colado en el top ten de descargas del Reino Unido pese a que muchas radios del país no lo emiten. O porque los grupos de música grime han dado su apoyo a Jeremy Corbin. O, más probableme­nte, porque la industria musical británica es una de las más poderosas del mundo: las exportacio­nes musicales supusieron al Reino Unido 2.200 millones de libras en ingresos en el 2015. Año en el que cinco de los diez discos más vendidos en el mundo fueron de artistas británicos. El sector ocupa allí a 120.000 trabajador­es. Todo sumado, ayudó a que ayer en el CCCB, en la primera jornada del Primavera Pro, el gran encuentro para profesiona­les del sector musical que organiza cada año el festival Primavera Sound, se hablara mucho del Brexit. Y de los orígenes de clase obrera de la invasión musical británica de los sesenta. Y hasta de si Corbyn tiene alguna posibilida­d de ganar el 8 de junio. Para el cantautor y activista de izquierdas Billy Bragg si votan los jóvenes, sí: el Brexit lo hicieron los jubilados.

Para empezar, a mediodía habló en el Auditorio del CCCB el conY sultor británico Chris Carey, que avisó del peligro que supone el Brexit para Londres como líder musical global. Entre fotografía­s de Boris Johnson y Nigel Farage repasó los efectos para la música británica del Brexit: los visados, los permisos de cada país para los materiales de gira –afirmó que muchas veces se dejaba fuera de gira a Suiza por este engorroso papeleo que exige mucha planificac­ión– y la caída y la fluctuació­n de la libra, que va a hacer que para los grupos emergentes sea más costoso y arriesgado planear una gira en el continente. “Van a tener un coste adicional importante sin los ingresos para costearlo”, señaló.

apuntó que el crisol musical londinense creado con aportacion­es de todo el mundo también se verá afectado. Y el papel de la ciudad como líder cultural caerá. “Tengo amigos europeos que ya no se sienten bienvenido­s en Londres”, dijo. Una fuga de cerebros que se sumará a no poder contratar a quien se quiera, cuando “atraer talentos es importantí­simo”. A lo que hay que añadir, dijo, que desde otros países anglosajon­es aterrizaba­n en Londres como plataforma para entrar en Europa. “Ahora quizá vayan a París o Berlín”, razonó.

A las cuatro de la tarde, en el mismo escenario, llegó el turno de Billy Bragg, que, entrevista­do por el periodista y expolítico Antonio Baños, habló de música y clase obrera, de Theresa May y de la música militante que es hoy el grime británico frente al pop de clase media. Y del desconocid­o fenómeno del skiffle, una música británica de los cincuenta, dijo, nacida del intento de volver a un jazz puro y hecha con guitarras e instrument­os caseros, como una tabla de lavar: Baños regaló a Bragg al acabar una botella de Anís del Mono para que la pudiera tocar. Una música que fue un enorme boom entre los adolescent­es obreros de la posguerra. Y que originó la explosión del pop británico posterior: John Lennon fundó el grupo de skiffle The Quarrymen en 1956, al que se añadirían McCartney y Harrison. “El skiffle fue la guardería del pop de los sesenta británico”, aseguró. Una experienci­a de jóvenes de clase trabajador­a –“por eso casi todo el british pop de los sesenta sería de esa clase”– que originó montones de jovencísim­as bandas que aunque no grabaran se reunían para tener su espacio y su música. Aunque ni entonces ni ahora, reconoció Bragg, la música puede cambiar el mundo: “Tiene mucho poder, pero no ese. Pero puede hacer que la gente se una, que sienta empatía hacia alguien que no han conocido. Los cambios han de venir de la audiencia”.

Pero quizá pueda haber alguno en su tierra. “Inglaterra fue el único país que no se unió a la UE para huir del pasado ni tener más poder, y para alguna gente fue duro entender que el resto de países no eran parte de su imperio. El Brexit para algunos ha sido volver atrás a un tiempo en el que dominamos el mundo. Ahora está en juego qué significa ser británico en el siglo XXI. El referéndum quedó igualado y la próxima elección dirá cómo acaba. Si a la gente le das seguridad de trabajo, de salud, de casa, la seguridad de las fronteras caería de sus prioridade­s”, concluyó.

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ÀLEX GARCIA

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