La Vanguardia

El circo fue a las Arenes

- FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

No suponía novedad alguna para Barcelona que en la plaza de toros de las Arenes se ofreciera circo al poco de haber sido inaugurada en 1900. Ya existía un precedente que había dejado huella: las funciones circenses se habían multiplica­do y con éxito en el Torín.

El Torín era el coso taurino que había sido puesto en pie en la Barcelonet­a en 1834, y con voluntad de permanecer; hago esta precisión ya que allí mismo se había levantado años antes y en diversas ocasiones una plaza temporal. Pues bien, en el Torín el circo estuvo bien representa­do, y tanto podía tratarse de una compañía como de la exhibición personal y transitori­a de un funámbulo; baste citar un nombre representa­tivo en la especialid­ad: Blondin.

Allí se confirmó que había público para semejantes espectácul­os, que resultaban de lo más variado. De ahí, pues, que surgiera la iniciativa de un escenario más especializ­ado. En 1853 se inauguraba el Teatre Circ Barcelonès, en la calle Montserrat, aunque muy pronto optó por centrarse en el arte de Talía.

Fue significat­ivo que en el centro de la plaza de Catalunya, la familia Alegría montara un circo que sólo había de durar unos meses y permaneció catorce años, hasta que el Ajuntament lo echó. El primer escenario que se instaló en el Paral·lel fue el Circo Español Modelo, en 1892.

La fotografía muestra detalles de la adaptación que en verano de 1907 se realizó en las Arenes. La pista está elevada, pero no tanto como el primer día: su altura excesiva molestaba a los espectador­es de las cuatro primeras filas, quienes habían tenido que ponerse en pie, lo que provocó las protestas de los que se estaban a sus espaldas. Detrás había una zona con mesitas para tomar una consumició­n.

Lástima que las condicione­s acústicas del lugar perjudicar­an la actuación de los payasos, cuyas palabras resultaban inaudibles, y de los que utilizaban algún instrument­o con poco volumen sonoro, como los acordeones pequeños.

En el centro, la torre levantada enmarcaba los vuelos de los trapecista­s. Los cables que tiraban de la estructura para mantenerla bien tensionada fueron aprovechad­os para ornamentar­los con flores, gasas e iluminació­n eléctrica.

El problema surgía cuando llovía, pese a la lona que cubría la parte central del coso, pues los asentados en la gradería carecían de protección. En la temporada correspond­iente a la fotografía, el espectácul­o circense se ofreció a partir del 22 de junio y terminó a finales de agosto. El día de la apertura estaba bien escogido, pues la verbena de Sant Joan se celebró allí por todo lo alto, al haber servido el día anterior de ensayo y corrección de detalles. A la jornada le habían sacado un buen rendimient­o, pues por la tarde ya habían realizado nada menos que cuatro funciones.

El ejemplo de las Arenes pasó luego a la Monumental.

Era una tradición ofrecer espectácul­os circenses en las plazas de toros

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Las Arenes se transforma para ofrecer novedosos espectácul­os circenses

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