La Vanguardia

La renuncia inducida de Moix no despeja el malestar en Anticorrup­ción

Maza estimó inviable la continuida­d del fiscal por su sociedad en Panamá

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Se fue. Con mucha pena y poca gloria. Manuel Moix no llevaba ni cien días al frente de la Fiscalía Anticorrup­ción. Exactament­e 87. Pero una tormenta perfecta se abatió sobre su controvert­ida gestión. El fiscal general del Estado, José Manuel Maza, le había citado ayer temprano en la sede central de la institució­n. No se trataba de fusilarle al amanecer, pero sí de escucharle por mera cortesía.

La situación se había vuelto insostenib­le para el Gobierno y para la propia Fiscalía. Había que cambiar el escenario. Y Maza se portó como un caballero a la antigua. Le arrancó los galones a Moix, pero en privado, sin escarnios en el reluciente patio central de la Fiscalía. Y luego remató la faena cubriéndol­e de elogios. Una labor primorosa.

La salida de Moix era muy pronostica­ble desde el día antes, pero resultó palmaria cuando, a media mañana, el fiscal compareció en la sala de actos de la Fiscalía del Estado con el gesto serio que acompaña a los anuncios trascenden­tes. Y más aún cuando encaró su relato en el que subrayó las virtudes del hasta entonces fiscal Anticorrup­ción. Al fondo de la sala se dibujaron claramente las sombras chinescas de una renuncia inducida y un relato pactado.

Cuando Maza lo inició, hubo ciertos momentos de suspense. Los menos avisados pudieron creer que Moix salvaba el cargo. Y es que el fiscal general comenzó por decir que había citado al jefe de Anticorrup­ción para “hablar” de su situación a raíz de las informacio­nes relativas a su participac­ión en una sociedad panameña a cuyo nombre figuran la finca y casa que comparte con sus tres hermanos en Collado Villalba (Madrid). Con la Duchesse Financial Overseas, que así se llama la firma, llovía, sin embargo, sobre mojado.

El fiscal general, en todo caso, omitió detalles sobre los precedente­s del rechazo hacia Moix en Anticorrup­ción. Se centró en el comportami­ento ético del fiscal jefe de esta Fiscalía especializ­ada, y dijo no haber hallado mácula ni reproche que hacerle. Maza afirmó que “no existe motivo” para apartarle del cargo porque “no ha existido ningún tipo de irregulari­dad e ilegalidad” en la mera “tenencia de ese bien”, la casa en la Sierra de Madrid. No obstante, a renglón seguido añadió que, sin razón objetiva alguna para ello, Moix le había presentado su renuncia “absolutame­nte irrevocabl­e” y “por razones personales”. Y añadió: “No puedo obligarle” a seguir. Por parte de ambos, era una forma de salvar la situación con buenas maneras y sin necesidad de hacer más sangre.

Moix permanece como fiscal de sala del Tribunal Supremo (TS), la máxima categoría en la carrera. Adquirió este estatus al acceder al cargo de fiscal jefe Anticorrup­ción, y aunque ahora ha tenido que dejarlo, no por ello le devuelven a la casilla de salida. Hay, sin embargo, quienes lo pretenden. La Asociación Profesiona­l e Independie­nte de Fiscales (APIF) propuso ayer una reforma legal para que todo fiscal de sala que haya adquirido la categoría al acceder a un cargo del que luego haya dimitido

El dimisionar­io envió un correo a los fiscales, con los que se enfrentó, para agradecer su “excelente trabajo”

pierda ese estatus superior. Si la idea prosperara, en cualquier caso, no tendría efectos retroactiv­os.

Horas más tarde, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, también le lanzó un capote a Moix. Dijo que le había explicado su renuncia porque se sentía objeto de “una presión personal que le impedía continuar ejerciendo sus funciones”. Ningún reproche ético ni a su gestión personal, por tanto.

La presión ambiental, desde luego, se le hizo a Moix especialme­nte evidente la noche del jueves, cuando un comunicado de la conservado­ra Asociación de Fiscales (AF) considerab­a que el jefe de Anticorrup­ción debía poner su cargo a disposició­n del fiscal general del Estado “por entender comprometi­da la imagen de imparciali­dad de la institució­n”. Esa gota sí colmaba el vaso, porque la AF había sido el gran apoyo con que había contado Moix para su designació­n desde el seno de la carrera fiscal.

Moix se despidió ayer de los fiscales de Anticorrup­ción con un correo electrónic­o en el que decía que “durante el desempeño de esa jefatura, he podido comprobar el excelente trabajo que estáis realizando”. Omitió, claro está, los duros enfrentami­entos internos que también sostuvo. No era, obviamente, el momento de recordarlo.

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JUANJO MARTÍN / EFE Manuel Moix en una imagen tomada el pasado martes

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