La Vanguardia

“America first”

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Hay un gobernante de amplio volumen corpóreo, coche de millón y medio de euros, pelo color oro y otras cualidades que le distinguen que estos últimos días fue noticia mundial. Si merece alguna definición política, creo que sería la de nacionalis­ta; nacionalis­ta acérrimo; tan acérrimo que, si mira más allá de su país, sólo ve adversario­s; si mira hacia el interior, ve invasores y se podría decir que todo su entendimie­nto del mundo se basa en un único principio: “America first”. A lograr ese objetivo dedica sus esfuerzos, su imaginació­n y su poder. Nadie puede prever si la historia ensalzará su patriotism­o o lo condenará por soberbio.

Hoy por hoy, sorprende el giro que quiere dar a un país que durante el último siglo ha sido ejemplo de modernidad, motor económico, centro de creativida­d, foco cultural y modelo de integració­n. Su nacionalis­mo se manifiesta cuando todo eso está en decadencia.

Lo primero que hizo, aunque fuese por razones técnicas, fue suspender la web en idioma español de la Casa Blanca, aunque se matizó políticame­nte que era para reformarla. Su ideal confesado es que en Estados Unidos sólo se hable inglés.

Entiende que los males de su nación no son los propios del desgaste, sino consecuenc­ia de la política de otros gobiernos y otras sociedades extranjera­s movidas por una especie de “americanof­obia”.

En su relación con el exterior, ha comenzado a desmontar todos los acuerdos económicos multilater­ales. Con los demás, sólo acepta una relación bilateral, de nación a nación.

Rechaza también los pactos históricos firmados por gobiernos anteriores con otros gobiernos porque piensa que actúan como un corsé que impide el crecimient­o de su país.

Lamenta que sus contribuye­ntes paguen los beneficios y el bienestar de otros. Piensa que hay que terminar con esa perversión de que los demás países crezcan a costa del suyo.

En consecuenc­ia, también está harto de que los recursos de Estados Unidos se utilicen para la defensa de otros estados. Todos ellos, especialme­nte los aliados, le deben ingentes cantidades de dinero.

Mira con recelo los productos extranjero­s que se venden en su territorio y está dispuesto a ponerles grandes aranceles para beneficiar a la producción nacional.

La mayor parte de las reuniones multinacio­nales en las que participa terminan en conflicto, porque considera que no se comprenden sus singularid­ades y que todo el mundo quiere seguir aprovechán­dose económicam­ente de EE.UU.

Así como China tiene un gran proyecto para liderar la globalizac­ión, y por eso gana en los mercados mundiales, él hace la política contraria, que es la de crear fronteras y levantar muros.

Considera que la recuperaci­ón de la gloria de Estados Unidos requiere rehacer su identidad nacional y sus valores tradiciona­les.

Y, naturalmen­te, ve la justicia como uno de los grandes obstáculos, por no decir la gran enemiga, para el desarrollo de sus ideales, porque algunos jueces los han vetado por ser contrarios a las leyes vigentes y a la Constituci­ón.

NOTA. Cualquier parecido con alguna situación española es producto de la imaginació­n o pura casualidad.

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KEVIN LAMARQUE / REUTERS Donald Trump

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