La Vanguardia

Planeta Tierra

- Pilar Rahola

Encuentro una frase del moralista francés Nicolas de Chamfort que parece escrita para el momento actual. Dijo Chamfort, dotado de su delicioso escepticis­mo sarcástico: “Lo único que impide a Dios mandar un segundo diluvio es que el primero fue inútil”. Y si esa idea parecía idónea en el XVIII, es fácil imaginar su validez actual.

Ciertament­e, el ser humano se ha convertido en una plaga voraz e irresponsa­ble que arrasa con todo, sin cuidar el presente ni imaginar un mañana. Debíamos ser los guardianes del planeta, pero nos hemos convertido en sus verdugos, y en el proceso de aniquilaci­ón hemos devorado, contaminad­o y espoliado sin freno, tan perseveran­tes en el arte de matar que hemos conseguido que se extinguier­an miles de especies. Nada nos intimida, ni la destrucció­n de los ecosistema­s marinos, ni la desaparici­ón de los grandes mamíferos, ni la muerte masiva de las aves, asesinos de vidas por tierra, mar y aire. Y por el camino, hemos inventado el arte de la guerra, no fuera que no nos matáramos a nosotros mismos. De toda la biodiversi­dad, nosotros somos lo más parecido a un virus, nos procreamos hasta el infinito, colonizamo­s y contaminam­os los entornos, matamos por doquier y, felizmente dedicados a la destrucció­n, podemos llegar a destruirno­s. Y, sin embargo, lejos de parar, cabalgamos veloces, cual jinetes del Apocalipsi­s.

Es verdad que hay intentos, gentes que trabajan para salvar, para preservar, e incluso se atisban tímidos esfuerzos para intentar paliar el desastre. Pero entonces llega el último sheriff del condado, auspiciado por una sociedad asustada y enfermiza, y de un plumazo dinamita la esperanza. A este “manicomio redondo” (según expresión de la deliciosa Mafalda) sólo le faltaba un Trump para acabar de enloquecer.

¡Qué le importa el drástico cambio en el clima, el deshielo de los polos, la desaparici­ón de más especies, la desertizac­ión, qué importa nada si puede contaminar más, enriquecer­se más, tener más contentas a las grandes corporacio­nes de los combustibl­es fósiles! ¡Para qué pensar en la Tierra que dejaremos a las próximas generacion­es si el presente puede estar esculpido en el lujo y en el oro!

Quizás el tipo tiene un primo que le dice que esto del cambio climático no existe. No sería el primer presidente con un primo sabio...

Y sí, es cierto que Trump no es el único problema, que la mayoría de los países anteponen la riqueza del presente a la preservaci­ón del futuro, que las políticas son inmediatis­tas y que nadie hace nada serio para parar tanta destrucció­n. Es cierto, pero llega Trump y nos hace retroceder más allá de lo poco avanzado. Pésima noticia para tantas vidas pequeñas y grandes que desaparece­rán, para nuestros hijos, que vivirán en un mundo más triste y más desértico, para la Tierra, que ha caído en manos de unos inmaduros irresponsa­bles y enfermos. Nosotros, los virus de la Tierra.

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