La Vanguardia

El lector expone

Tomates con sabor a tomate

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Al igual que la señora Andrea Guilera Alonso (“Sabor a tomate”, 28/V/2017), también yo he recorrido fruterías y mercados buscando encontrar el sabor y la textura de los tomates de antes. No lo he conseguido. Asimismo, tal como menciona la señora Guilera, solamente lo he conseguido en los buenos restaurant­es en los que te ofrecen un entrante exclusivo de tomate.

Hace un tiempo mi admirado escritor Joan de Sagarra mencionó en su espacio La Terraza una céntrica bodega restaurant­e en Barcelona; allí fui y descubrí que servían una ensalada de tomate a las cuatro texturas de cuatro tomates y cuatro atunes que no he vuelto a encontrar tan acertada en ningún otro lugar.

He tirado ya la toalla en cuanto a tomar una buena ensalada de tomate, mientras no sea en un buen restaurant­e o en un restaurant­e de un pueblo perdido en el Maresme, en el Empordà, o en la Cerdanya, que tengan sus propios huertos. De todos modos, no es solamente el gusto del tomate lo más importante. Una ensalada de tomate “sin gusto” puede ser un consolador si está aderezada con buena sal, buen aceite, buenas aceitunas, buena cebolla y algo de atún o lo que se quiera añadir.

Para mí la decadencia del tomate no es sólo el gusto, es también la textura. El tomate que se ofrece ahora ya no tiene la textura fresca y suave del tomate de antes. Es una textura harinosa, de patata grosera. Una textura de un tomate que ha madurado en la soledad de un almacén o de una cámara frigorífic­a.

LOLES CUYÀS ROBINSON Suscriptor­a Lloret de Mar

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