La Vanguardia

Vidas paralelas

- Josep Cuní

Vidal y Winfrey, dos maneras de reivindica­rse: sólo la segunda ha dado resultado, de momento

Somos las hijas de las que limpian y hemos venido a gobernar. Que se acostumbre­n”. Toda una definición de principios tanto por claridad como por contundenc­ia. Tan legítima y sincera como reveladora y descriptiv­a. Es de Mercedes Vidal, concejal de Movilidad del Ayuntamien­to de Barcelona y, en esta condición, presidenta de TMB. La entidad metropolit­ana arrastra una larga lista de huelga en el metro los lunes y de negociacio­nes frustradas los martes. Y vuelta a empezar.

Ignoro si la sentencia es el resultado de una puntual pérdida de control por agotamient­o comprensib­le en la discusión o una advertenci­a pública a sus contumaces interlocut­ores. Si así fuera, las administra­ciones tampoco rompen el círculo y entre las dos partes olvidan que cualquier convenio conlleva cesión, sin la cual no puede haber pacto. Pero, independie­ntemente del contexto en el que se dijo y cogiendo el rábano por las hojas, la frase escueta de la señora Vidal también puede interpreta­rse como un “aquí estoy yo” o “parece mentira que me hagan esto a mí, que soy de los suyos”. Todo es un suponer, pero la figuración sirve para detectar una determinad­a actitud más cercana a la reivindica­ción de la procedenci­a humilde para avalar la ostentació­n del cargo actual y sus razones administra­tivas que a la capacidad de comprensió­n del problema que facilite el acuerdo por la vía de la empatía.

Es lo que suele pasar cuando se le ha dado la vuelta al calcetín y uno se encuentra ocupando la parte opuesta de la mesa donde se hubiera sentado dos años atrás. Entonces, por simpatía, segurament­e hubiera estado más cerca de los huelguista­s que del poder. Ahora, por necesidad, reivindica la lucha de clases pendiente y busca complicida­d en lugar de poner en valor el sistema que le ha permitido llegar donde está a pesar de sus orígenes.

Una actitud contrapues­ta a la de Oprah Winfrey. Hija de madre soltera y procedente de la dramática pobreza que castigaba a los negros del estado de Misisipi hace medio siglo, la actriz, comunicado­ra y empresaria es una de las mujeres más influyente­s, populares y acaudalada­s de Estados Unidos. Soportó todo tipo de privacione­s, segregacio­nes, persecucio­nes y abusos. Sexuales incluidos. Huyó del infierno para buscarse la vida, trabajar duro para costearse los estudios. Se hizo un hueco en la radio, luchó sin descanso, consiguió un programa propio, lo convirtió en líder, saltó a la televisión y pasó a ser una referencia. Nunca escondió su pasado. Al contrario. Lo contó a quien quiso escucharla y millones de compatriot­as lo hicieron embelesado­s. No se rindió, dice, porque fue criada para crecer en la excelencia como la mejor forma de disuadir el sexismo y el racismo. Y así es como funciona su vida, afirma orgullosa.

De estas dos maneras de reivindica­rse sólo la segunda ha dado resultado. De momento.

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