Vivir, pensar, reír
CARLES CAPDEVILA (1965-2017) Periodista
Hay tantos Carles Capdevila como personas que lean este artículo. Cada uno tiene el suyo y se hace difícil escoger por cuál empezar a describirlo, al día siguiente de su muerte a los 51 años, a causa de un cáncer. Los obituarios dirán que ha muerto el director-fundador del diario Ara, pero hay muchos otros Carles. Podemos intentar empezar por el más desconocido. El chico de 25 años que, en 1991, impulsó el Diari de
la Pau para protestar contra la guerra del Golfo, que convenció a Manolo Vázquez Montalbán para que escribiera, a Josep Maria Trias para que hiciera el logotipo, a Mariscal para que les regalara un dibujo y que, en menos de una semana, consiguió imprimir 100.000 ejemplares.
Este era Carles: un hombre con ideas que, a demás, tenía la capacidad y el empuje para sacarlas adelante, porque es lo que siempre había visto en casa. Su padre, carpintero en Els Hostalets de Balenyà (Osona), no tenía bastante imaginándose los muebles que le pedían los clientes. Los tenía que hacer con las manos. Y le salieron, a él y a Isabel, dos hijos también artesanos del
periodismo: el grande, Josep, y el pequeño, Carles, que prefirió estudiar Filosofía. Pensar, preguntar, hablar, y no callar nunca, y aquella curiosidad que le hacía ser un culo de mal asiento y que lo llevó a redacciones tan dispares como la de Lecturas o la del
Avui.
Está el Carles a quien se le ensancha el mundo cuando con Eva Piquer, su pareja sentimental e intelectual, se instalan dos años a vivir en Nueva York. Leen, escriben, trabajan de freelances y ponen las bases de una unión de la cual saldrán cuatro hijos, Aina, Nil, Abel y Aniol. Y aquí aparece otro Carles, el que aplica la ironía, la inteligencia y el sentido común y que luego ha volcado toda su vida en el mundo de los padres y de la enseñanza. Está el Carles que recorre todos los pueblos de Catalunya (y se pierde) dando charlas en cada entidad y en cada colegio, el que descubre que no hay nada que le apasione más que compartir ideas, el que dedica sus esfuerzos a hacer pensar y reír a la buena gente que va a escucharlo.
No hay suficiente artículo para tantos Carles Capdevila como he conocido, para tantos Carles Capdevila con quien he trabajado, en El 9 Nou , en Malalts de tele (TV3), en Islàndia (RAC1) y en el
Ara, otro proyecto de periodismo artesanal made in el hijo del carpintero de Els Hostalets. Rápido, creativo, entusiasta, divertido, desconfiado, sensible, combativo y generoso, muy generoso. Le gustaba hacer de todo y lo hacía todo bien. Reíamos porque estos últimos meses estaba viviendo una vida de youtuber. Un vídeo suyo en un acto en Barcelona había tenido millones de visitas y le había abierto la puerta a hacer una gira –ahora desgraciadamente interrumpida– de conferencias por España y Latinoamérica.
Lideraba los equipos humanos con la convicción de quien nunca ha tenido que levantar la voz, con un ademán humilde que escondía un talento irrepetible, que algunos quizás descubrieron cuando ya era demasiado tarde. Cada uno tiene a su Carles Capdevila. La prueba es que hoy hay mucha gente que no lo conocía y que le llora como si fuera una persona más de su familia. Este era Carles y este es el vacío que todavía no nos podemos imaginar que nos deja.