Fermento de la lectura
Fomentar la lectura es un objetivo loable que cualquier gobernante debería tener. Más allá de la propaganda, las iniciativas pueden ser muy variadas. Las campañas publicitarias que pretenden propagar la lectura con eslóganes o spots equivalen a empezar la casa por el tejado. Si, además, son tan absurdas como la que pretendía enviar libros a Donald Trump, el tejado en cuestión ya nace agujereado. Ahora que tenemos asientos reservados para libréfilos (un neologismo que pretende fundir
bibliófilo con letraherido) cabe recordar que en el metro también se puede leer de pie y, puestos a reservar espacios públicos, apuntar que la gente lee sentada en el interior de El cotxe (Toni Sala, 2012), tumbada en La casa de la platja (Emili Rosales, 1995) o pedaleando sobre La bicicleta estàtica (Sergi Pàmies, 2010). En Cultura, la Administración suele tener la tentación de ejercer de guionista imaginativo para poder presumir de relato (la palabra fetiche de la política actual), y tal vez bastaría con que ejerciera de escenógrafa. La lectura es una experiencia personal e intransferible de diálogo no presencial que se produce en el ámbito privado. Representa un ejercicio de libertad individual como pocos y abre muchas puertas, casi siempre por el lado donde pone Pull. Que la Administración se ocupe de la escenografía significa que construya un escenario adecuado para que fluya este diálogo interior entre sus contribuyentes y voces encapsuladas en palabras impresas que provienen de un tiempo, reciente o lejano, y un espacio, lejano o cercano. La Administración debe facilitar el ejercicio profesional de escritores, traductores, correctores, ilustradores, casa editoriales, agencias literarias, imprentas, distribuidores, librerías y bibliotecas. Más allá de la propaganda dicharachera, fomentar este ecosistema se puede traducir en medidas concretas, algunas de las cuales ya figuran con acierto estratégico en el plan de Fomento de la Lectura 2020.
El martes pasado L’Avenç organizó una Soirée Perec en la Sala Palau i Fabre de La Seca-Espai Brossa. Se celebraban 40 años de la revista homónima y 10 de la editorial Els Llibres de L’Avenç, donde acaba de salir publicada la traducción de la novela lipogramática de Perec La disparition (sin ninguna E), que en catalán Adrià Pujol Cruells traduce como
L’eclipsi, reescribiéndola sin ninguna A. Los participantes leímos textos perequianos y algunos explicamos cómo descubrimos a Perec. Pujol Cruells se lo encontró en la biblioteca de casa, no recuerda si en la de su padre o en la de su madre, porque las tenían separadas. Pilló La disparition para practicar francés y, a pesar de no entender gran cosa, quedó fascinado por los vericuetos léxicos con los que Perec esquiva la letra E. El reusense Pablo Martín Sánchez, miembro actual del Oulipo, también lo encontró en la biblioteca de casa. Su madre, presente el martes en La Seca, ejercía de profesora de francés en un instituto de Reus. Yo lo descubrí en un obituario. En la Administración, sección Cultura, queremos escenógrafos, no guionistas.
La lectura es una experiencia personal e intransferible de diálogo no presencial que se produce en el ámbito privado