La grata sorpresa vuelve a repetirse
Los escoceses Mogwai estrenan en exclusiva mundial todo su próximo álbum
Aún bajo los ecos de algunas convincentes propuestas que se pudieron escuchar y vivir en la noche/ madrugada anterior, el Primavera Sound vivió ayer el ecuador de su estancia en el Parc del Fòrum con un cartel no tan atiborrado de grandes estrellas para el aficionado generalista como el jueves ni, aún menos, como hoy. Ello no fue, ni mucho menos, sinónimo de menos calidad ni por supuesto menos asistencia, ya que el completo en esta esquina de la ciudad está garantizado desde hace semanas.
Y al igual que veinticuatro horas antes, la organización del festival volvió a epatar/sorprender a la multicultural afición con un concierto inesperado de unos primeros figuras como el grupo Mogwai. Es cierto que, a diferencia del espectacular show sorpresa de los Arcade Fire, la noticia de que la rocosa banda escocesa iba a actuar a las ocho de la tarde en uno de los escenarios oficiales del recinto (otra diferencia con los canadienses, que actuaron en un escenario efímero que ayer ya no existía) comenzó a correr por redes sociales y apps varias. Y, en tercer lugar, los Mogwai no tenían que ofrecer ningún concierto oficial en el festival, como sí aquellos.
No se sabe si devendrá costumbre, pero el segundo show inesperado vivido en el Primavera con pocas horas de diferencia, también tuvo enorme peso propio. La curtida formación británica estrenó mundialmente en vivo su próximo álbum, Every country’s sun (anunciado para el próximo septiembre), desgranando la totalidad de su contenido, del que sólo se conocía un single. El sonido que elaboran en su nueva obra es genuinamente Mogwai, elaborado y sofocante trabajo guitarrero, angulosas atmósferas y rítmica cortante que supo a gloria a los centenares, quizás miles de aficionados que también se habían apresurado a no perderse el scoop. Nota no banal: el guitarrista y cantante Stuart Braithwaite llevaba enfundada una camiseta negra con la leyenda “Public Enemy” y una diana, en cuyo interior había una imagen de la premier Theresa May.
A la espera de The xx, que indudablemente eran los grandes protagonistas de la jornada pero cuya aparición sobre el escenario Heineken no estaba prevista hasta pasadas las once de la noche, musicalmente quizás los que prometían uno de los momentos más atractivos a priori eran las nuevas andanzas de los Magnetic Fields, el glorioso artefacto sonoro y vital a mayor gloria de su creador, el iconoclasta y genialoide Stephen Merritt. La banda estadounidense ha cogido dos días consecutivos el Auditori Rockdelux del festival para ofrecer íntegra y cronológicamente su último álbum, un insólito
50 Song Memoir, que viene a ser una especie de autobiografía musical en la que Merritt dedica un tema a cada año de su vida. En el amplio escenario del auditorio, se había montado en una peculiar escenografía, en donde se mostraba sentado en el interior de una casa de muñecas, y los otros miembros de la banda rodeaban el cubículo manipulando respectivas instrumentaciones, esencialmente acústicas (contrabajo, violín, percusión, piano de cola, alguna trompeta y algún cachivache más básico. Ayer ofreció la mitad de su vida narrada y cantada de un modo encantador, naif, cargado de ironía, socarronería y autocrítica pero sólo apto para incondicionales o amantes de las letras narradas con la música como simple acompañamiento.
Donde nuevamente volvió a darse un fenómeno repetido en unas cuantas ocasiones en la jornada del jueves fue la actuación de un teórico cabeza de cartel en la escena internacional –anglosajón indefectiblemente– pero prácticamente desconocido por estas latitudes. Si eso pasó, por ejemplo, por el otra parte muy convincente y enganchón Miguel, ayer pasó algo pare-
Los Magnetic Fields ofrecieron la mitad de su nuevo disco; la otra la tocarán hoy Mac DeMarco convence en el Fòrum ante un público en gran parte foráneo
cido con Mac DeMarco, aquí en periodo de introducción entre la afición de amplio paladar. Congregó en el no menos enorme escenario Mango a una ingente multitud que se conocía sin mostrar dudas la mayoría de las canciones que interpretó el cantante también canadiense aunque afincado en Los Ángeles. Un conocimiento que se extendió a su recentísimo This old
dog, disco que motiva su presencia europea y muestra un cantante que, aunque ayer le venía muy grande el escenario –a él y a su grupo, cuyo batería debía de tener mucho calor porque iba desnudo–, demostró conocer los recursos de la empatía colectiva. Su voz lánguida, de un tono monocorde, era el complemento perfecto a sus nuevas canciones más maduras, que intercaló con coreadas pinceladas de pop más efervescentes.