Mano derecha y piernas
Valverde, Aspiazu y el preparador Pozanco forman el tridente técnico
El fútbol de mediados de los ochenta no es ni mucho menos el de ahora. Aquella Segunda División de hace 32 años está en las antípodas del mundo de las estrellas del Barcelona. Pero en el campo embarrado del norte que era Las Llanas y entre kilómetros por carretera en autobús forjaron su amistad Ernesto Valverde y Jon Aspiazu, el técnico barcelonista y su segundo.
“Fuimos a todos lados en autocar. Si jugábamos en el sur, en Huelva, Málaga, Murcia o Cartagena, salíamos de Sestao el viernes y hacíamos noche en Valdepeñas (Ciudad Real). El sábado por la mañana entrenábamos allí, nos subíamos al bus y hasta el destino para jugar. Regresábamos a casa el lunes”, recuerda a este diario Javier Irureta, que estaba al frente del equipo verdinegro.
“Éramos jóvenes. Yo y, sobre todo, Aspiazu y Valverde. Se conocieron entonces. Jon venía de la cantera del Athletic [fue compañero de camada Andrinua, Julio Salinas o Pizo Gómez] y el otro, Ernesto, de la del Alavés. Enseguida congeniaron, dentro y fuera del campo, ya que uno era medio y el otro delantero. Más de un gol seguro que le regaló”, apunta. “Ambos fueron hacia arriba y jugaron en Primera. A Valverde se lo llevó el Espanyol mientras Aspiazu se fue al Depor de Arsenio Iglesias. A nosotros nos quitó el ascenso el Celta de Baltazar”, rememora el técnico vasco, que después conquistó la Liga 1999-2000... en Riazor.
Han pasado tres décadas y Aspiazu sigue dando asistencias a Valverde. Ahora como ayudante. “Se encontraron. Jon cuando empezó quería entrenar pero formaron un buen tándem. Porque él es un gran analista. Son casi indisolubles. Llevan juntos desde el 2002”, descubre Irureta. Aspiazu, dos años mayor, es licenciado en Ciencias de la Información. Valverde cursó fotografía en el IEFC en Barcelona. Hasta en eso se complementan.
Y tienen su propio método. Luis Enrique se sentaba para que Unzue tomase las riendas en las jugadas a balón parado. Eso se acabó ya que Aspiazu ve las primeras partes desde la grada, en un palco, para captar otra visión de los partidos. En el descanso baja al vestuario para intercambiar ideas ya que Valverde se fía de él. Hasta el punto de que es quien viaja para hacer informes de los rivales importantes. Tanto en el Athletic como en el Espanyol, el ayudante era el más cercano al jugador en el día a día.
Mientras Aspiazu motiva al futbolista, quien lo hace correr es José Antonio Pozanco, que mañana cumple 47 años. Mientras Valverde jugaba a las órdenes de Cruyff, el holandés no le quitaba el ojo a un extremo zurdo del Barça Atlètic. Madrileño y muy rubio, tanto que le llamaban y le llaman Ros. Era Pozanco, que no llegó a la élite porque con 21 años una enfermedad coronaria le obligó a retirarse.
Ante la adversidad, no se rindió y se matriculó en INEF donde fue alumno de Paco Seirul·lo. El preparador físico de Valverde conoce doblemente la casa ya que en la época de Rijkaard actuó de recuperador con los lesionados. Hasta que el Txingurri, tras abandonar el Espanyol en 2008, le llamó para que le acompañase al Olympiacos griego y hasta hoy.
“Físicamente el Athletic respondía bien”, dice como aficionado Irureta destacando que en San Mamés estos últimos cuatro años era normal jugar tres competiciones al año. En eso, el cuerpo técnico no va a notar el salto. Y es que desde que Valverde se hizo cargo del Athletic en 2013 los rojiblancos jugaron un total de 215 partidos, apenas 25 menos que el Barça en el mismo lapso con Martino y Luis Enrique. El éxito de Valverde tiene una mano derecha y mucha pierna. El tridente técnico.
TÁNDEM INDISOLUBLE Los dos entrenadores llevan 14 años juntos tras hacer kilómetros y kilómetros en autocar con el Sestao
PASADO EN LA MASIA Cruyff tenía un ojo puesto en un extremo del filial: era Pozanco, al que una afección coronaria le cortó la carrera