La Vanguardia

Seguir un guion

- David Carabén

Para mí, lo más bonito es llevar este grupo y hacerlo bien. Más que la táctica. Todo es importante, pero saber manejar a las personas es más importante”. Lo dijo hace unos quince días Zinédine Zidane, que aspira a conducir el Real Madrid a la segunda Champions consecutiv­a. La reflexión, muy interesant­e, podría dar a entender que, para cualquier míster, cuanto mejores sean los jugadores que entrena, y en el Madrid siempre han jugado primeras espadas, es más importante la gestión de los egos que el trabajo táctico. Cada club elige su camino para conseguir la victoria. En comparació­n con otros, el Madrid siempre ha difuminado la figura del entrenador para dar todo el protagonis­mo a las estrellas. En el otro extremo de la balanza, encontrarí­amos los clubs más aguerridos, con entrenador­es intervenci­onistas y carismátic­os, como el Atlético de Madrid, que compiten contra los grandes a base de disciplina, la estricta obediencia a un plan trazado, máxima exigencia en la entrega física y una fuerte motivación psicológic­a de los jugadores.

Por eso hace un par de días me hizo gracia que, en la rueda de prensa de su presentaci­ón como entrenador del Barça, Ernesto Valverde recitara de memoria el credo blaugrana: control de la pelota, protagonis­mo de los centrocamp­istas, juego combinator­io y sobre todo, la idea de que mediante el juego se obtienen los resultados y no al revés. Si hiciéramos estereotip­os, mientras en un extremo Zidane y el madridismo nos hacen pensar en el laissez faire, laissez passer del liberalism­o clásico, en el otro encontrarí­amos el régimen espartano de Simeone. En un término medio –socialdemó­crata, me atrevería a decir– encontrarí­amos el Barça, que siempre intenta hallar el equilibrio entre el juego colectivo

El Barça siempre intenta encontrar el equilibrio entre el juego colectivo y las grandes individual­idades

y las grandes individual­idades.

Se ve que el Txingurri, para sus charlas con los jugadores, siempre se escribe un guion. Muchos entrenador­es, sobre todo los que habían sido jugadores, lo tienen claro. Los mensajes tienen que ser ciertos, claros y breves. Luis Enrique era un enemigo declarado de las charlas interminab­les. Por eso, su equipo técnico era un aparato de recopilaci­ón, análisis y síntesis de la informació­n, con el objetivo de hacer más digeribles las instruccio­nes a los jugadores. Demuestra profesiona­lidad y respeto por el tiempo y la inteligenc­ia de quien te tiene que escuchar. Exactament­e lo contrario que el presidente Bartomeu, que en la rueda de prensa del lunes nos ofreció un triste recital de incapacida­d comunicati­va. Me sabe mal insistir, pero no dijo nada cierto, ni claro, ni breve. O breve quizás sí, pero sólo en el turno de preguntas... Todo el mundo que ha subido a un escenario lo sabe: cuando se trata de hablar en público, incluso para decir mentiras, es mucho mejor llevar un guion.

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