La Vanguardia

“Mis nietos no verán esto”

Antoni Tarragon lleva cuarenta años explorando países en África y Asia

- Sergio Heredia

–Saqué el teleobjeti­vo y apunté a aquel niño. Estaba cogiendo agua de una charca. De repente, el pequeño levantó los brazos y se puso a gritar y a temblar, llorando desesperad­o... –¿Qué le pasaba al pequeño? –Yo no lo sabía. Se me acercó un adulto y me dijo: ‘Cree que vas a dispararle’. Así viven en algunos lugares.

Ocurrió hace once años. Antoni Tarragon visitaba el poblado de Fetendoti, región rural en Mali. Las escuelas eran chozas de paja. Cuando llovía, se venían abajo. Cada año había que reconstrui­rlas.

En aquellos días, Tarragon ya le daba vueltas a una idea. ¿Cómo ayudar a aquellos niños?

Desarrolló una idea: la Fundació Escoles Dogons.

–Una iniciativa privada. El dinero lo ponen los particular­es. Amigos, vecinos, conocidos... Con poco dinero se puede hacer mucho. Al año ya habíamos levantado la primera escuela. Luego vino la segunda. Y estamos preparando la tercera. –¿Dogons...? –Un grupo étnico en el centro de Mali. ¿Sabe una cosa? –Dígame. –No podré ir a ver aquellas escuelas. Hace tres años volví a aquellos poblados. Viajé medio a escondidas. En un Patrol destartala­do. Cuando llegué, me dijeron: ‘Quédate durante el día, pero será mejor que te vayas al monte a pasar la noche’. –¿...? –Soy blanco. Temían que vinieran a secuestrar­me. Caminé montaña arriba y allí busqué un escondrijo. –¿Cómo pasó la noche? –Muerto de miedo. Y todo esto me duele. Mucho. Antes no era así. En Mali, las etnias vivían mezcladas y en paz. Ahora unos y otros viven en campamento­s de refugiados, lejos los unos de los otros. No se pueden ni ver. Mis nietos ya no podrán ir allí. Hay un montón de países a los que ya no se puede viajar.

Antoni Tarragon fue un mochilero de veinte años. Un viajero imparable. Su casa, un bonito ático en el Eixample, es un museo de la orfebrería africana. Hay vasijas, jarrones, teteras, cucharones. Cuadros. Figuras. –¿Todo viene de allí? –Todo. La culpa es de Tintín en el Tíbet, dice. –Lo leí de joven. Ya no sé dónde lo tengo. Sospecho que mis hijos se lo quedaron. No sé, me siento africano.

Tanto, que corre a diario. Está flaco. Un tirillas. Cuando Jordi Vidal, el entrenador, le pide que corra, él corre. Lo ha hecho toda la vida. Antoni Tarragon llegó a registrar 1h10m en medio maratón. Marca de africano...

Aunque cuando viaja, pedalea. Seis horas un día, cuatro al siguiente. Nunca lo hace en solitario. Va en grupos de dos, incluso de cuatro. –¿Sigue un guion? –Hombre, claro. Por esos países no puedes moverte así como así. Puedo estar un año estudiando un recorrido. Agarro Google Earth y le doy vueltas a los mapas. Dónde hay casas. Cuando hay casas, hay agua. –¿Agua potable? –La higienizo con pastillas. Y aun así, a veces me he puesto malo. En una ocasión tuve la malaria.

–¿Pero dónde ha estado?

Me remite a su blog: viatjantpo­capoc.wordpress.com. Le echo un vistazo. No se acaba la lista. Benin, Camerún, Etiopía, Marruecos, Burkina Faso, Yemen, Madagascar, Pakistán, Tíbet, Tadjikistá­n, India... –¿En bicicleta? –En bicicleta. Una vez, pinchó en el desierto. Había un sol de justicia. Cincuenta grados centígrado­s. Le agarró una insolación. Apareciero­n dos mursis. Una tribu de la estepa etíope.

–Son agresivas con el turista de 4x4. Pero se relajaron cuando vieron que íbamos en bicicleta. Me hicieron un colchón con hojas. Anochecía. Uno de ellos se marchó y al rato apareció con unas brasas en las manos. Me traía el fuego, protegiénd­olo con sus manos. Me lo ofreció y así ahuyentamo­s a los bichos. Allí hay leones. –¿Usted sabe hacer fuego? –No, pero he visto cómo lo hacen. Frotan dos palos y voilà. Parece muy sencillo.

Le duele aquello: ver cómo aquellas culturas se desvanecen. La certeza de que sus nietos no podrán ir allí. El asunto le tortura. Insiste en ello.

En el 2015, Antoni Tarragon recorría Socotra. Una isla yemení. Había tomado el té en una jaima, rodeado de tuaregs.

–Volví a Barcelona el 18 de marzo. Siete días más tarde, Arabia Saudí lanzaba la

operación tormenta. Bombardeó Socotra. Lo hizo con armas en parte compradas a España, y por lo tanto financiada­s con mis impuestos... Qué vergüenza. –¿De quién es la culpa? –Aquella foto en las Azores... No me la quito de la cabeza. Desde entonces, todo el mundo está en guerra.

¿Un hombre volando? Cierto: Tintín y el capitán Haddock lo han visto con sus propios ojos, en el Tíbet

Tintín en el Tíbet, Hergé

 ?? ARCHIVO ?? Antoni Tarragon conversa con lugareños en Gossué (Benin)
ARCHIVO Antoni Tarragon conversa con lugareños en Gossué (Benin)
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain