“Leonardo Da Vinci fue un fracasado en vida”
Christian Gálvez es ampliamente conocido como presentador de
Pasapalabra. Y no tanto como experto, acreditado internacionalmente, en la figura de Leonardo Da Vinci. Pero el televisivo esposo de la exgimnasta olímpica Almudena Cid acaba de publicar su segundo libro sobre esa figura, que a su vez es su tercera obra sobre los renacentistas. Y ya forma parte del grupo mundial de sabios que buscan los restos de Leonardo para responder las muchas incógnitas en torno a su persona.
Ya le habrán preguntado qué lleva a un presentador de programas televisivos ligeros a profundizar en Leonardo. Invierto la cuestión: ¿Qué hace un experto en Leonardo presentando Pasapalabra? Bueno, mis horarios en televisión me permiten hacer otras cosas. Uno siempre tiene alguna pasión. Llega un momento en que esa pasión se convierte en plan B y después en plan A. Y se termina por no saber muy bien cuál será al final el A y el B. Pero hay que tener cuidado con la palabra experto porque en España está bastante denostada. A veces no se te reconoce dentro hasta que no te reconocen fuera. Hasta hace dos meses –cuando le nombraron oficialmente experto internacional en Leonardo–, yo era “otro de la tele que publica libros”.
Los suyos subrayan lo más desconocido de Leonardo, sus carencias. Pero ¿qué es lo que más le atrae de él? Lo que me anima a estudiar y escribir sobre Leonardo es que todo el mundo admira al genio pero pocos conocen al hombre. Yo cursé Magisterio. Aunque no acabé la carrera, siempre me gustó la pedagogía. La vida de Leonardo como persona normal resulta interesante y pedagógica. Con el libro Matar a Leonardo dejé a un lado a la figura que conoce todo el mundo para centrarme en el ser humano y mostrar al gran fracasado que fue en vida.
¿Cómo fracasado?
Sí. Leonardo fracasó en Vinci, en Florencia, en Milán, en Venecia y en Roma. Sólo triunfó en los últimos tres días de su vida en Francia. ¡Fuga de cerebros en el Renacimiento! No mucha gente sabe que era ilegítimo e iletrado; posiblemente disléxico, bipolar y con déficit de atención. Pero lo importante es que, pese a todos sus fracasos, nunca dejó de intentarlo. El suyo es un ejercicio de perseverancia muy bonito para enseñar a todo el mundo.
Pero de entrada usted lo presenta como un torpe. ¿Algún susto más? Aparte de que le persiguieron por diseccionar cadáveres pese a ser uno de los grandes anatomistas de su época, tampoco suele saberse que el cincuenta por ciento de los ingenios que se le atribuyen no los inventó él en realidad, sino que los mejoró. No es que eso sea poco. Pero, por ejemplo, el Hombre de Vitruvio –la ilustración con las proporciones ideales del cuerpo humano– no fue cosa suya sino una copia mejorada, como el paracaídas y el ala delta. Y todas las cosas que quiso crear no llegó a probarlas. Se tiró veinte años estudiando el vuelo del pájaro para al final darse cuenta de que el hombre no genera la suficiente fuerza motriz como para batir las alas en vuelo. Y tuvo que centrarse en el murciélago.
También ha sugerido que le faltaba un tornillo.
Era de una bipolaridad evidente. Renegaba de las atrocidades de la guerra, pero era lo bastante mercenario como para trabajar para César Borja en las campañas de reconquista de la Toscana. Pero sobre todo hay que tener en cuenta que nunca, nunca consiguió lo que quiso. Una de sus últimas frases célebres fue: ‘Pido perdón a Dios y a los hombres porque mi trabajo no tuvo la calidad que tendría que haber tenido’. Además, inicialmente todos sus trabajos se perdieron. Llegó la revolución industrial, llegaron las marcas y las patentes. El hombre inventó el coche, el ala delta, el submarino. Y, cuando años más tarde se descubrieron los trabajos de Leonardo, se vio que él ya lo había inventado o predicho 300 años antes. Pero él no cambió la historia de la humanidad. ¿Abusamos del epíteto renacentista? ¿Es compatible con los modelos de enseñanza y forma-
“De los cinco saberes que hicieron posible el Renacimiento, hoy sólo se enseña uno: las matemáticas”
ción actuales en nuestro país? Depende en qué. Esa disyuntiva me recuerda a la palabra maquiavélico, totalmente distorsionada respecto a la figura a la que representa. Es curioso que se tienda a citar a Maquiavelo cuando una cosa es retorcida, macabra, malévola. ¿Cuál es la diferencia entre Maquiavelo y los políticos de la época, los Sforza, los Medici o los Borja? Pues que Maquiavelo decía lo que había que hacer, sin más; era transparente. Y por ser transparente se le tergiversó todo. Una de las frases que más se le atribuyen es “El fin justifica los medios”, y él nunca dijo eso.
En cuanto al Renacimiento…
Depende de la noción que tengamos de esa etapa. Desde la perspectiva de la educación, cinco valores hicieron posible el Renacimiento: latín, griego, matemáticas, filosofía y literatura universal. Hoy, de aquello prácticamente sólo quedan las matemáticas. Hay poca polimatía, poca curiosidad. Y lo que define al hombre del Renacimiento es que era curioso.
¿La sobrecarga de información y el facilísimo acceso a ella no puede matar la curiosidad? Tal vez haya algo de eso. Puede que el exceso de información esté torpedeando la curiosidad y la multidisciplina. Con el agravante de que la información en las redes no tiene filtro de calidad. No vale conformarse con lo que dice la Wikipedia. Yo he tratado de cambiar 5.000 veces mi ficha en Wikipedia porque dice que tengo dos carreras. Y es mentira. Casi terminé Magisterio y empecé Filología, pero no terminé ninguna de las dos. He tratado de cambiarlo una y otra vez, y al día siguiente me lo vuelven a poner sin que, al parecer, pueda hacer nada para evitarlo. Valga como ejemplo de cómo, para empezar, parte de la información que circula no es fiable. Por otra parte, el sistema educativo tiende a la superespecialización. Y sin embargo cuando sales a trabajar lo que te exigen es polivalencia sin remunerarte por ello. El resultado de lo uno y lo otro es que la posibilidad de multidisciplina y polimatía renacentista se va al carajo. Además, todo ese torrente continuo de información hace muy difícil seleccionar. Llega tanto y tan rápido y se va tan deprisa…
¿Quisiera ser considerado renacentista o se conforma con polifacético? Me gusta ser como soy. Y con polifacético ya está pero que muy bien. Porque lo de renacentista queda tan lejos… A los 23 años me estaba pegando con los colegas en la cancha de baloncesto y jugando a la Play. Y Miguel Ángel había hecho La Piedad. Y a los 88, uno antes de morir, mira lo que dijo; lo llevo tatuado: “Ancora sto imparando” (Todavía estoy aprendiendo).
En su último libro cuestiona la que quizá es la imagen más famosa que tenemos de Leonardo (el supuesto autorretrato custodiado en la Biblioteca de Turín). ¿En la iconografía pesan más las imágenes que nos forjamos por tradición que los hechos probados? Por supuesto. Mire la iconografía de Cristo. ¿De verdad nos imaginamos a Jesús de Nazaret, Yeshua ben Yosef, con el pelo color de miel y ojos azules? Y está demostrado que a Jesús no pudieron crucificarlo con clavos en las palmas de las manos porque el cuerpo habría caído. ¿Y ha llevado eso a cambiar la imagen? Herodes nació en el siglo -4, con lo que Cristo hubo de nacer como poco en el -5. El año cero no existe; se pasa de -1 al 1. Se sabe que la Navidad se impuso para reemplazar la fiesta del sol de los romanos. Y además es imposible que Jesús naciera en un portal de Belén en diciembre porque en esa época allí tiene 15 grados bajo cero. Otro tanto ocurre con los cuernos de los vikingos: de nuevo, una representación que surge en el romanticismo, sin ninguna evidencia arqueológica o científica. Lo mismo que los pulgares de los romanos, arriba o abajo, en los circos. Claro que pesan más la tradición y la psicología de masas que los hechos. Pero no por eso hay que dejar de ser curioso.