La melodía eterna
Hay vocalistas que proyectan las notas hacia el público desde un columpio interior, nítido y rotundo. Así, el tono exacto de José Vélez se ha mantenido fiel a la melodía romántica, con alguna excursión hacia el ritmo latino. Incombustible, de ancha y blanca sonrisa, cutis tostado, el cantante se mantiene activo e ilusionado. “Siempre veo el vaso medio lleno, me siento joven y de repente veo que estar ahí es un privilegio”, nos dice por teléfono desde Telde (Gran Canaria), donde nació en 1951. Este año tiene actuaciones en su tierra y también en Colombia y Argentina.
José Velázquez Jiménez es el segundo de diez hermanos. Su padre, tras enfermar, tuvo que ponerse a vender helados en aquella España gris en la que Canarias era olvidada. “A pesar de todo, recuerdo mi infancia como una época feliz, de mucho amor, en la que no pasamos hambre porque unas tías sin hijos tenían almacenes de tomates”. La calle donde nació hoy lleva el nombre del artista, pero no jugaba tanto fuera sino en su casa. “Había un cercado con una higuerita y corríamos por allí como si estuviéramos en el campo”.
El chiquillo no fue mucho a la escuela: “Era cabezota y estudié poco”. Después de la secundaria tuvo profesores particulares, pero pronto se puso a cantar. A los ocho años comenzó a actuar como solista en un trío. Su padre le acompañaba a los festivales radiofónicos en los que participaba en directo. Muy pronto, apenas tendría once o doce años, José María Lasso de la Vega, entonces mánager de cantantes consagrados, organizó un concurso en la isla. Él lo ganó. El premio consistía en la promoción del artista en Madrid, pero su madre no permitió que se fuera.
Con el auge del turismo, José Vélez se convirtió en cantante de orquestas y actuaba en los hoteles y las discotecas canarias. “Yo ya podía aportar dinero a la familia, afinaba bien, aprendía rápido, tenía musicalidad”. A los 17 años viajó hasta Cádiz en barco para plantar residencia en Madrid e inaugurar así una exitosa trayectoria musical. Actuó en festivales, grabó sus primeros discos, que triunfaron en Europa, y abrió mercado en Sudamérica con las canciones que le identificarán a lo largo de su carrera: Así es la vida, Vino griego, Piel romántica, Canarito… Considera Buenos Aires como su segunda casa, pero también ha cantado en Los Ángeles, Miami y Nueva York.
Un momento crucial del intérprete fue la participación en el Festival de Eurovisión de 1978 con Bailemos un vals, original del Dúo Dinámico, como el La, la, la ganador de diez años atrás. En esta ocasión, el cantante quedó en un dignísimo noveno lugar. Los referentes musicales de José Vélez son variados: “Canarias es puente con los estilos sudamericanos, que me han influido, como el tango, pero también la copla, y me fijé mucho también en Serrat y Raphael”.
Los festivales de Sanremo y la canción italiana fueron un espejo para él: de Mina a Modugno, de Di Bari a Fontana. “Me volvían loco, como los franceses de siempre, Piaf y Aznavour, e incluso me atreví en inglés con una versión de Strangers in the night”. Como buen melómano también le gustan desde The Beatles a la música clásica, que ya empezó a saborear durante los años sesenta en los conciertos que se hacían en el teatro Pérez Galdós de la capital canaria.
Tiene 35 discos de platino y 28 de oro. Reclama respeto y le disgusta opinar sobre las imitaciones a las que fue sometido en algunos canales de televisión. “Que te cuelguen un sambenito es fruto de la mala uva injustificada”. En los últimos tres años ha llenado el auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas, donde en el 2015 presentó su último disco, Siempre, con una recopilación de sus temas más conocidos. “Incluso hay grupos de catalanes que han venido a verme expresamente para saludarme”. José Vélez llega al corazón de su público porque gusta y emociona. “Trato de divertir y me siento afortunado porque he conseguido más de lo que esperaba en esta vida”. Se cuida practicando natación. Sus metas también las ha alcanzado a pulmón, como un sobreviviente aún con ganas.
A lo largo de este año el cantante tiene actuaciones en Gran Canaria, y también en Colombia y Argentina