Los tres mosqueteros
La querencia de los políticos catalanes, sobre todo los gerundenses, por las chaquetas blancas en verano debería estudiarse. Chaquetas blancas al estilo de alcalde siciliano, que es un estilo más siciliano que elegante. Pero si me encuentro nuevamente en el hostal de La Gavina no es para teorizar sobre las chaquetas blancas sino para celebrar un cumpleaños muy especial al que he sido invitado. Me refiero a los 85 años de este hotel de lujo que sigue queriéndose llamar hostal. Además, corregir en el balcón de una de sus habitaciones, frente a la mar, las galeradas de una novela, ambientada en los despachos vaticanos, que publicaré en septiembre y luego salir a pasear, siempre junto a la mar, por el camino de ronda, es una gran suerte. Y nada es casual. Lo digo porque siempre que estoy en La Gavina acude a mi mente, como en el tango, la figura del camarero Alfredo Delgado, que trabajó en este hotel algunos veranos de hace ya muchos años. Su hijo es como todos ustedes saben, eran cuatro. En este caso, el cuarto mosquetero es Guillaume Gomez, chef de las cocinas del Palacio del Elíseo, que no ha podido estar físicamente presente en esta privilegiada reunión de amigos. Son amigos, pero Fornell siempre define a Sarran y Bach como sus padres espirituales. Cocina contemporánea, que no moderna, elaborada con productos locales. Ese es el reto, me dice Romain Fornell.
A quienes no somos críticos gastronómicos, más que los secretos de algunos sabores lo que nos interesa son las historias de determinadas cocinas. Pero, pese a que he preguntado a los tres mosqueteros qué saben de los secretos de las cocinas del Palacio del Elíseo, que ahora dirige su amigo Guillaume Gomez, no he logrado ninguna respuesta. No obstante, comienza a saberse algo de algunos expresidentes franceses y de sus esposas. Por ejemplo, que Mitterrand le daba al caviar y al marisco, que son sabores socialistas. Además, nada de lo que le servían estaba a su gusto. Bernadette