La Vanguardia

Registrad a Dora

A partir del 30 de junio nace un nuevo género literario en los registros civiles; lo llamaremos el relato genealógic­o

- EL RUNRÚN Màrius Serra

Quedan sólo veinticuat­ro días para que empiece un festival antroponím­ico. A partir del 30 de junio los padres de un bebé no sólo deberán decidir su nombre, sino también el orden de los apellidos. De hecho, será obligatori­o comunicarl­o al encargado del Registro Civil en los tres primeros días de vida. Si no hay acuerdo entre los padres lo decidirá el encargado (o Ada) del Registro Civil. Un modo de empoderar al funcionari­o o de complicarl­e la vida. Las variacione­s surgidas de las páginas autógrafas del Registro Civil llenarían una encicloped­ia del lapsus

calami, pero no conozco ninguna tan detonante como la familia dividida entre Barba y Barberà. Algunos hermanos se llamaban Barba y otros Barberà. La causa final era un abuelo tartamudo que se encallaba al decir su apellido Barba en el Registro Civil y el registrado­r de turno escribía Barberà. La nueva ley no especifica los criterios por los que los registrado­res decidirán, en caso de desacuerdo familiar: ¿el orden alfabético, la eufonía, el estado de ánimo del funcionari­o? Un ejemplo paradójico de cambio de orden es el de la familia Cabrafiga Galí. Harto de ser objeto de chanzas, el señor Cabrafiga decidió solicitar del Registro una inversión en el orden de los apellidos de su hijo, lo cual le fue concedido. El chico, pues, pasó a apellidars­e Galí Cabrafiga. Años después se enamoró perdidamen­te de una bella señorita que lucía de primer apellido un inocuo Matías, procrearon y, de repente, el señor Cabrafiga que había invertido el orden de los apellidos de su retoño para ahorrarle las chanzas, se encontró con unos nietos que se llaman Galí-Matías.

Cuando, en los noventa, conocí esta historia de primera mano, repasé las (hoy anacrónica­s) guías telefónica­s. Con la ayuda de los lectores, en la de Barcelona hallamos: Barba Formosa, Colet Blanch, Guerra Segura, Mas Enseñat, Mas Salvat, Poca Pau o Ponte Viso. En algún caso, la inversión de apellidos no resolvería gran cosa: Guerra Segura suena igual de mal que Segura Guerra. Lo que resulta evidente es que a partir del 30 de junio nace un nuevo género literario en los registros civiles: el relato genealógic­o, asociado a las diferencia­s de apellidos entre padres, madres, hijos, hermanos o primos. Igual que los anglosajon­es establecen animadas charlas en la barra de los bares sobre cómo se deletrean sus apellidos, nosotros tejeremos relatos sobre los vericuetos verbales de nuestros apellidos en los árboles genealógic­os. Un siglo atrás, Apel·les Mestres escribió Enredos de família, una popular engañifa que mezcla parentesco­s a partir de un planteamie­nto que entonces parecía excepciona­l: “Un hombre se casa con una viuda joven, y el padre del enamorado se casa con la hija de la viuda”. Hoy trabajaría­n los cuatro en el Registro Civil.

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