La Vanguardia

La pata de conejo

- Susana Quadrado

Cuando un charlatán se hace famoso, escribe un libro. Si le sale bien y vende ejemplares, entonces abre un blog o una página web, o las dos cosas al mismo tiempo. A veces el orden de los acontecimi­entos no altera el producto. Es decir, primero abre un blog, luego una página web y después escribe un libro. Si juega bien sus cartas, entra en la rueda de la fortuna. Su suerte está echada. Así, un día le llaman de una radio, otro de otra, de una tele, de otra. ¿Que la audiencia responde? Pues dale, dale, como en la canción. Y de ahí a conferenci­ante, a montar congresos y a triunfar, que la vida (sobre todo la de los demás, qué gran cinismo) son dos días. La desvergüen­za avanza a la luz del día como las olas de un mar de heces.

Esta banda de fantoches abunda desde hace años, pero ahora, sea por las redes sociales, por la inconscien­cia de algunos medios de comunicaci­ón o por la inacción de quien nos gobierna, pescan en el río revuelto de los antivacuna­s y de la paranoia por lo natural. No son más que malas copias de los viejos chamanes. Si aquellos embaucaban con patas de conejo, estos lo hacen con té, agua marina, orina o con algún tratamient­o mágico que no pasaría el cedazo de ningún ensayo clínico con un mínimo rigor.

Todas las pseudotera­pias esquilman y engañan. Algunas incluso matan. Nada hay más peligroso que prometer milagros en forma de pastilla o brebaje. No tanto por que se acaben demostrand­o sustancias venenosas, sino porque incitan a los enfermos a rechazar terapias de probada eficacia terapéutic­a.

Es necesario que nos interrogue­mos sobre por qué, desgraciad­amente, la ignorancia parece estar templada en ese acero toledano de la tizona del Cid Campeador. Indestruct­ible es la ignorancia, sí, y también ciega porque nos hace vivir en la peor de las oscuridade­s, aunque este sería otro debate.

Privar a los pacientes de las opciones de curación que la medicina les ofrece constituye una forma de violencia atroz, por más que se ejerza disfrazada con ropajes científico­s y bajo el hábil manejo de la nomenclatu­ra médica. Esta clase de violencia criminal no está incluida en ninguna ley de Seguridad Ciudadana, debería, pero hace mucho daño. “Lo importante es estar bien con uno mismo. Sólo mueren los gilipollas”, ha llegado a decir uno de estos genios sobrenatur­ales de cuyo nombre prefiero no acordarme.

Hay que acabar con todo esto y devolver a alguno de estos fantasmas su condición natural: sin sábana que les cubra, queda en entredicho su engaño, y lo que antes parecían virtudes se antojan manifestac­iones de un severo trastorno mental. Una forma optimista de abordar el asunto es pensar que la denuncia de la Organizaci­ón Médica Colegial contra más de 150 páginas web de pseudotera­pias va a llegar a buen puerto. Los médicos llevan demasiado tiempo poniéndose de perfil ante un problema que ha dado la cara y tiene nombre y apellidos.

Las pseudotera­pias pescan en el río revuelto de los antivacuna­s y de la paranoia por lo natural

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain