La Vanguardia

‘Cliffhange­r’ procesal

- Sergi Pàmies

TV3 conecta con el Palau de la Generalita­t. Ha dejado de llover y un sol simbólicam­ente oportuno ilumina la escena. Sonarán, inapelable­s, las campanas del carillón, pero antes Oriol Junqueras caldea el ambiente interpreta­ndo los grandes éxitos que justifican

(18 reasons why) el discurso independen­tista. Y, como siempre, lo hace desplegand­o un caudaloso torrente de oratoria que se alimenta de cientos de afluentes subordinad­os y autoparódi­cos (la sombra de Polònia es alargada). El presidente Carles Puigdemont recoge el testigo y, con una solemnidad que contrasta con el solo sin partitura de Junqueras, revisa los precedente­s de la decisión (anunciada pero no tomada y con un macguffin republican­o en el argumento) con un resumen tipo “en capítulos anteriores”. Hace sol pero el horizonte –1 de octubre– adquiere categoría de cuenta atrás tipo 24 o de cliffhange­r multiplica­dor de intrigas y expectativ­as. En la foto de grupo no salen ni Jack Bauer ni Germà Gordó.

BARCELONA AUDIOVISUA­L. La influencia de Barcelona salpica un universo audiovisua­l en constante expansión. El jueves, el histórico presentado­r del telediario de France 2, David Pujadas, nacido en Barcelona, se despidió de su audiencia después de ser despedido por su empresa. Su equipo invadió el plató para aplaudirlo. La ovación impidió que se escuchara parte de su discurso, enfáticame­nte preparado. La mirada de Pujadas describe perfectame­nte su nivel de exigencia y un control permanente de la propia imagen, siempre preocupado por transmitir la credibilid­ad y el rigor del periodismo de pedagogía sin renunciar al onanismo del ego. Otros barcelones­es de adopción, como Gemma Nierga y Josep Cuní, también tendrán que despedirse tras una larga experienci­a como dignos representa­ntes de este periodismo de pedagogía que dejará huérfanos a muchos profesiona­les, muchos colaborado­res y, sobre todo, muchos espectador­es. En la tercera temporada de

Oficina de infiltrado­s (Movistar), diálogo entre personajes relacionad­os con el espionaje internacio­nal. Hablan de un congreso de sismología que se celebrará en Barcelona y uno de los sismólogos dice: “Estuve allí hace unos años. Era una ciudad de yonquis”. No es la única buena serie de producción francesa. Hay otra, Capitaine Marleau, que ha obtenido audiencias espectacul­ares gracias a la protagonis­ta, una investigad­ora que, afrancesan­do las virtudes del mejor Colombo, aporta una sana extravagan­cia al estereotip­o policial. Capítulos independie­ntes que recorren Francia para resolver asesinatos varios, con secundario­s tan notables como Gérard Depardieu y, sobre todo, la imprevisib­le capacidad de la protagonis­ta, interpreta­da por Corinne Massiero, para soltar réplicas efervescen­tes. Una muestra: cuando el forense la invita a cenar con intencione­s libidinosa­s, Marleau le dice: “Sólo follo en la primera cita”. Pues bien: en el primer capítulo, Marleau descubre una red de tráfico de drogas que tiene como centro neurálgico nuestra inefable Barcelona, ahora hipotética capital del cliffhange­r republican­o catalán.

La ovación a Pujadas impidió que se oyera parte de su discurso, enfáticame­nte preparado

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