‘Cliffhanger’ procesal
TV3 conecta con el Palau de la Generalitat. Ha dejado de llover y un sol simbólicamente oportuno ilumina la escena. Sonarán, inapelables, las campanas del carillón, pero antes Oriol Junqueras caldea el ambiente interpretando los grandes éxitos que justifican
(18 reasons why) el discurso independentista. Y, como siempre, lo hace desplegando un caudaloso torrente de oratoria que se alimenta de cientos de afluentes subordinados y autoparódicos (la sombra de Polònia es alargada). El presidente Carles Puigdemont recoge el testigo y, con una solemnidad que contrasta con el solo sin partitura de Junqueras, revisa los precedentes de la decisión (anunciada pero no tomada y con un macguffin republicano en el argumento) con un resumen tipo “en capítulos anteriores”. Hace sol pero el horizonte –1 de octubre– adquiere categoría de cuenta atrás tipo 24 o de cliffhanger multiplicador de intrigas y expectativas. En la foto de grupo no salen ni Jack Bauer ni Germà Gordó.
BARCELONA AUDIOVISUAL. La influencia de Barcelona salpica un universo audiovisual en constante expansión. El jueves, el histórico presentador del telediario de France 2, David Pujadas, nacido en Barcelona, se despidió de su audiencia después de ser despedido por su empresa. Su equipo invadió el plató para aplaudirlo. La ovación impidió que se escuchara parte de su discurso, enfáticamente preparado. La mirada de Pujadas describe perfectamente su nivel de exigencia y un control permanente de la propia imagen, siempre preocupado por transmitir la credibilidad y el rigor del periodismo de pedagogía sin renunciar al onanismo del ego. Otros barceloneses de adopción, como Gemma Nierga y Josep Cuní, también tendrán que despedirse tras una larga experiencia como dignos representantes de este periodismo de pedagogía que dejará huérfanos a muchos profesionales, muchos colaboradores y, sobre todo, muchos espectadores. En la tercera temporada de
Oficina de infiltrados (Movistar), diálogo entre personajes relacionados con el espionaje internacional. Hablan de un congreso de sismología que se celebrará en Barcelona y uno de los sismólogos dice: “Estuve allí hace unos años. Era una ciudad de yonquis”. No es la única buena serie de producción francesa. Hay otra, Capitaine Marleau, que ha obtenido audiencias espectaculares gracias a la protagonista, una investigadora que, afrancesando las virtudes del mejor Colombo, aporta una sana extravagancia al estereotipo policial. Capítulos independientes que recorren Francia para resolver asesinatos varios, con secundarios tan notables como Gérard Depardieu y, sobre todo, la imprevisible capacidad de la protagonista, interpretada por Corinne Massiero, para soltar réplicas efervescentes. Una muestra: cuando el forense la invita a cenar con intenciones libidinosas, Marleau le dice: “Sólo follo en la primera cita”. Pues bien: en el primer capítulo, Marleau descubre una red de tráfico de drogas que tiene como centro neurálgico nuestra inefable Barcelona, ahora hipotética capital del cliffhanger republicano catalán.
La ovación a Pujadas impidió que se oyera parte de su discurso, enfáticamente preparado