La Vanguardia

Leed, leed, malditos

- Llucia Ramis Barcelona

El adolescent­e debería tener la impresión de que está siendo transgreso­r, de que lee algo sólo apto para adultos

Una frase de Rosa Rey: “Los editores no podemos estar quejándono­s siempre; es como si, en los conciertos, los productore­s salieran al escenario y se pusieran a contarle al público lo mal que va el sector”. De hecho, algo estarán haciendo bien cuando siguen cumpliendo años; veinticinc­o, en el caso de Angle. En El Velòdrom hay tapas para los periodista­s, que toman apuntes en las páginas de un dossier sobre una colección especial que recupera los diez títulos que han conectado más con el lector. El sentit d’un final ,de Julian Barnes, es uno de ellos. Vendió más de cinco mil ejemplares.

Biografia del silenci, de Pablo d’Ors, superó los tres mil.

Eudald Tomasa fundó el sello en Manresa y actualment­e, ya en Barcelona, Angle publica cuarenta y cinco libros al año. En el equipo son tres. Rey se incorporó como directora en el 2006, y la acompañan Joan Simon y Sílvia Rodríguez. No se consideran una editorial pequeña, sino mediana, equiparabl­e a Ara Llibres y Pagès, por ejemplo, y en castellano, a Salamandra, Roca y Acantilado. Son eclécticos. Su bestseller es La Barcelona desaparegu­da, de Josep Maria y Guillem Huertas, con fotografía­s de una ciudad que ya no existe. Han apostado por Kurt Vonnegut, Siri Hustvedt, y en otoño publicarán

Les quatre vides de l’oncle Antoine, de Xavier Aliaga, sentado a mi lado. Comentamos que quizá la mejor manera de fomentar la lectura, ahora que el tema está en boga, sea reforzándo­la entre los nueve y dieciséis años. El adolescent­e debería tener la impresión de que está siendo transgreso­r, de que lee algo sólo apto para adultos. Recuerdo el morbo que me dio Flores en el ático, de V.C. Andrews.

He manchado mi dossier con la salsa de las patatas bravas. Los camareros siguen sirviendo comida. En 1992, cuando Angle se creó, la mitad de los jóvenes eran voluntario­s en los Juegos Olímpicos. Los demás eran antiolimpi­adas; Rey confiesa que se encontraba en el segundo grupo. Vivíamos en la llamada era del pelotazo, y el sector editorial estaba asimismo en una burbuja de bonanza. Dos años después, Ferran Torrent vendería setenta y cinco mil ejemplares de su Gràcies per la propina. Aquel fue el primer libro que publicó en Columna, donde sigue fiel desde entonces. Ha venido de Valencia para promociona­r Individus com nosaltres (segunda

parte de Un dinar qualsevol), y organiza una cena con amigos, acompañado de su pareja, Patricia Rovira. No puedo contar nada de lo que ocurre en el reservado del restau- rante Fermí Puig. Pero antes de cerrar esa puerta, durante el aperitivo, el autor ha estado hablando de libros y de Sebastian Haffner con el anfitrión. Luego Pep Guardiola ha pasado a que le dedicara un ejemplar. Y Cristian Segura me ha enseñado los progresos que Torrent está haciendo con las clases de inglés, a través de los WhatsApps que le envía en ese idioma.

Torrent es un alma libre, según la editora Ester Pujol, y construye un mundo que no exagera, sino que más bien equilibra el mundo extremo en el que él se mueve, para hacérnoslo asumible al resto de los mortales. En vano. Albert Om todabrica vía recuerda una aventura en un descapotab­le con uno de sus amigos, capaz de perder siete mil euros en una partida de cartas y olvidarse enseguida. Joan Maria Pou se escandaliz­a con una historia que forma parte del off the record. Rafel Nadal también atesora grandes anécdotas que algún día deberían salir en unas memorias. Y así, nos reímos sin parar y se nos hacen las tantas.

Todavía con el subidón de las celebracio­nes, voy al décimo aniversari­o de la editorial Comanegra. El patio empedrado de la antigua fáBorja Lehman pone en frágil equilibrio a las mujeres con tacones. No falta nadie. Están las escritoras Marina Espasa, Gemma Lienas, Tina Vallès, la agente Berta Bruna, las editoras Berta Noy, Laura Huerga, Reina Duarte, Pilar Beltran, Izaskun Arretxe, del Institut Ramon Llull, Montse Ayats, Jordi Grané de Abacus, Oriol Serrano de la distribuid­ora Les Punxes, el pintor Joan Pere Viladecans, Román de Vicente, el presidente del gremio de editores Daniel Fernández, Oriol Castanys, Josep Lluch, Quim Torrent, Xavier Marcé, Jordi Coca. Quico Pi de la Serra, Josep Cots, Emili Rosales, Lluís Morral, Dani Costafreda, Bagunyà. Gran momento cuando el conseller de Cultura, Santi Vila, encuentra a Bernat Dedéu y se entienden a la perfección. Amigos para siempre. Bernat Puigtobell­a trae los primeros ejemplares en papel de la revista Núvol, que se presentará la semana que viene. Llegan Albert Serra y Montse Triola. Luego, Aniol Rafel. Y Jordi Corominas. Y Anna Punsoda.

“Cuando celebremos quince años, aquí no cabremos”, dice en el escenario Joan Sala, director de Comanegra. Agradece el trabajo de todo su equipo: Jordi Puig, Alba Cayón, Sílvia Sanjosé y Virgínia Pol, también el apoyo de su compañera Lourdes Mateu. Publican sesenta libros al año. Amadeu Casas y su cuarteto se ponen a tocar. Y al cabo de un par de cervezas, la gente baila sobre los adoquines. Quejarse en esta fiesta no tendría sentido, cuando hay tanto que celebrar. Así que, desde ahora mismo, todo el mundo a leer y a danzar.

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DAVID AIROB
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ROSER VILALLONGA
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