Instinto depredador
Nadal se enfrentará mañana a Wawrinka en busca de su décima corona en la arcilla francesa
L’Équipe reflejaba en su portada de ayer a la perfección la situación de Dominic Thiem ante el reto de superar a Rafael Nadal. Thiem au pied de l’Everest, titulaba el diario francés. Sí, el desafío del austriaco era enorme: escalar un muro, una montaña, la más alta, como hizo hace pocos días Kilian Jornet en dos ascensiones trepidantes sin oxígeno para pisar el techo del mundo. Pero nadie tiene la resistencia del ultrafondista de la Cerdanya, capaz de llevar el cuerpo hasta el límite de sus fuerzas. Ciertamente, el discípulo de Günter Bresnik afrontaba un partido apasionante ante un Nadal que, pese a los 31 años, tiene muchas similitudes con el que dominaba en el circuito años atrás.
No se trata solamente de hacerlo bien. Es muy difícil sorprender a los mejores cuando huelen la presa. Después de una racha impresionante que le llevó a levantar los trofeos en Montecarlo, Barcelona y Madrid, el balear cayó en cuartos de final de Roma y el tenista de Wiener Neustadt se convirtió en el único que ha sido capaz de vencerle este año en tierra. Pero Nadal acumulaba 22 victorias en su superficie favorita antes de la semifinal de ayer. Un dato que refleja perfectamente su estado de forma: espléndido.
Nadie duda de que las cualidades de Thiem son múltiples y magníficas. Durante estos días los analistas han hablado mucho de ello y han explicado que su derecha hace mucho daño al igual que un revés tan preciso como contundente. También ha habido explicaciones relativas a su servicio, sobre todo el segundo, capaz de desplazar mucho al rival. A la postre, sin embargo, realmente tenía Thiem un Everest delante de él. Y las condiciones para lograr la cima eran muy adversas porque una cosa es sacar del partido a Djokovic con un rosco final y otra muy distinta es sorprender a Nadal en su pista fetiche, un reino en el que se siente como si estuviera en casa.
Aunque cedió su saque en el primer juego, el manacorense hizo lo que quiso en la Philippe Chatrier. Pegó tan duro o más que su oponente, contrarrestó con pasmosa facilidad los golpes que le llegaban y se mostró intratable con el servicio, vital para solucionar los problemas cuando los hubo. En el primer y segundo set levantó gracias a él tres situa-
LA TRANSFORMACIÓN Nadal desarticuló todas las virtudes de Thiem y cerró su clasificación con un 6-0 en el último set
ciones de 15-40, lo que minó mucho la moral del austriaco, que analizaba lo que sucedía en la pista y no encontraba soluciones. Para los dos la espera había sido demasiado larga y, además, el partido comenzó con mucho ruido en las gradas después de que los espectadores que habían presenciado la primera semifinal abandonaran sus localidades y las cedieran a aquellos que tenían entrada para ver al dueño de Roland Garros. No, no era sencillo concentrarse con ese panorama, pero como es habitual Nadal fue a lo suyo, impertérrito.
Las dudas de que no hubiera tiempo –por falta de luz– de concluir la segunda semifinal se disiparon muy pronto. El tiempo que tardó Nadal en distanciarse por 4-1 y poner su juego en fase crucero, con muy pocos errores y puntos ganadores con su derecha. Thiem resistió hasta el tercer juego del segundo set, cuando recibió el tercer break. Al verse por debajo otra vez en el marcador, tiró la toalla. Su táctica de golpear sin piedad todo lo que le llegaba no había funcionado y no había un plan B para contrarrestar el acierto de su adversario.
Con dos sets arriba no había ninguna posibilidad de que la final de mañana, en la que buscará su décimo título, se le escapara a Nadal. De hecho, se mostró intratable en el último, con un 6-0 inapelable en tan sólo 29 minutos. Un monólogo inmisericorde al que Thiem asistió como un espectador más. Un resto a la red fue el último punto de un partido del que se esperaba mucho, pero que el balear resolvió de la forma que acostumbra, por la vía rápida en 2 horas y 7 minutos.
Nunca ha perdido una final en Roland Garros y llega a la de mañana tras perder tan sólo 29 juegos. A Thiem le quedara el consuelo de haberle ganado 7 cuando el promedio de los cinco duelos precedentes era de 4,4. Además, lo hará después de 10 horas en la pista, un registro sorprendente que enseña la presteza con que ha solucionado todos los compromisos. Wawrinka, en cambio, ha gastado un total de 15h20m tras la paliza que se dio ayer ante Murray (4h34m).
“He sido sólido y no he dejado que me dominase como en Roma”, explicó Nadal, que rechazó la tesis de que Thiem no había estado bien: “En el primer set tuvo dos 15-40, pero los salvé. Hice lo mismo con otro que hubo en el tercero. En esos momentos se ganan los partidos”.