El árbol de Murray
Wawrinka elimina al escocés, que sigue sin ganar en París
Jorge Bucay explica en uno de sus cuentos la historia de un carpintero que cada día, antes de entrar en su casa después de largas jornadas de trabajo, tocaba las hojas de un árbol para dejar ahí los problemas y ver luego a su familia sin el recuerdo de las preocupaciones. Por la mañana, al irse, las rozaba de nuevo con las manos, pero transcurridas tantas horas, esas dificultades se veían de otra forma, eran menores. El número uno del mundo es consciente de que la tierra batida no es su escenario habitual. Se siente incómodo. Nota que sus virtudes son menores y que, en cambio, sus principales rivales se deslizan con sorprendente agilidad. Gesticula. Se enfada. Siempre lo ha hecho. Pero no ha llegado donde está de casualidad. Su juego es preciso, de gran talento. Y en la grada, su entrenador le mira distante, como una estatua. A Ivan Lendl sí le atraía esta superficie y en la arcilla en la que el escocés se peleó ayer sin éxito consiguió tres títulos en la década de los años 80 del pasado siglo.
Sí, Murray ha dejado atrás muchas de sus dudas, pero el Grand Slam de tierra se le resiste. El año pasado fue finalista ante Djokovic y ayer Wawrinka le apartó del camino en un combate precioso con dos estilos bien opuestos. El suizo, más a gusto en la arcilla –fue campeón en el 2015–, golpeó sin cesar desde todas las posiciones. Le importaba un bledo que la bola le llegara a la derecha o al revés. Su brazo fue un percutor. El escocés resistió. Y mucho. Tuvo toques geniales (dejadas), pero casi siempre fue corriendo de un lado a otro de la central parisina. Parecía imposible que sobreviviera a los ataques que recibía y al fervor de una grada entregada a Stan the Man. Pero lo hizo durante muchos minutos que se transformaron en horas, lo que
DESENLACE INESPERADO Después de un combate espectacular en los cuatro primeros sets, el suizo arrasó en el quinto
retrasó sobremanera el inicio de la semifinal de Nadal.
El tenista de Lausana estuvo 2 sets a 1 abajo, pese a que tras ceder el primero en el tie break encadenó seis juegos seguidos entre el segundo y el tercero que le llevaron a igualar el marcador y situarse con 0-3. No aprovechó esa oportunidad, pero se agarró a la pista sin desfallecer. Su destino se libró en el desempate del cuarto, lo salvó y con la moral por las nubes arrasó a Murray en una quinta manga que nada tuvo que ver con lo de antes. Daba igual. El 5-0 en 21 minutos era definitivo y el público, muy feliz, aplaudía a rabiar.