Necesito un envase cuántico

Hablamos de innovación a todas horas. Quizás pronto nos sentaremos en un coche sin volante, como quien se sienta en una cabina de teleférico, que te lleva allí donde quieres mientras lees o te tomas un té. Pronto los ordenadores cuánticos necesitarán pocos segundos para resolver problemas que aún ni imaginamos. Pero la innovación está también en la industria de cada día.

Hará unos veinte años de que Nestlé presentara el envase boca abajo de la leche condensada, un formato que cambió la manera de consumir el producto. Como hicieron, antes los tapones de rosca en las botellas de agua. El tetrabrik y el plástico pet fueron puntos de inflexión, y ahora el sector espera otra revolución, con los biopolímeros que sustituyen derivados del petróleo. En Catalunya el empaquetado es uno de los seis principales sectores industriales, con 750 empresas y 7.100 millones de facturación. Los envases están sometidos a la presión de la sostenibilidad medioambiental y de la conveniencia de uso. Y, sobre todo, del precio. Por eso aún pasa que las tostadas se convierten, en el camino del supermercado a casa, en picadillo de pan seco. Por eso hay paquetes de azúcar, harina o arroz que revientan en algún momento antes de llegar a la receta. Si este problema no se ha resuelto, es porque el envase óptimo resultaría más caro que el producto en sí. Pero quizás pronto una start-up, quien sabe si cuántica, encuentra la solución.