La Vanguardia

“El vicio de escoger siempre lo seguro ahoga nuestra vida”

40 años. Nací en Irlanda y vivo en Bogotá, padre alem án y madre inglesa. Casada, una hija, Noa (2). Me licencié en Comunicaci­ón Audiovisua­l. Tiene que aparecer otra vía política más allá de la izquierda y la derecha. Si feminista es defender las liberta

- VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET IMA SANCHÍS

La idea de Amazona era contar la historia de esa mujer increíble que es mi mamá, Valerie.

¿Por qué es increíble?

Tiene 80 años y cinco veces más energía que yo. Vive en mitad de la selva, ha realizado viajes a remo por los ríos más peligrosos en los momentos más peligrosos de Colombia. Recorrió durante seis meses el río Putumayo cuando estaba teñido de sangre por la guerrilla.

A usted la abandonó.

Sí. Mi madre, inglesa, se fue a vivir a Colombia por amor a los 21 años. Se enamoró de un abogado y tuvo una vida muy tradiciona­l en Armero.

¿Hasta qué punto tradiciona­l?

Era un ama de casa que se maquillaba, siempre subida a sus tacones, tenía servicio en casa, iba al club..., pero a partir de las siete de la tarde las mujeres no podían salir de casa.

Se asfixió.

Sí. En ese entorno nacen sus dos primeras hijas. Cuando cumplen 3 y 5 años decide separarse, pero él se queda con la custodia.

¿Y qué hace su madre?

Vuelve a Inglaterra y se convierte en hippy, se va a vivir a una comuna y conoce a mi papá. Recorremos Irlanda vendiendo artesanía en la calle, nos vamos a Colombia, donde seguimos viajando... Y entonces muere mi hermana mayor en la avalancha de Armero (1985).

¿Cómo reacciona su madre?

Decide vivir cada día como si fuera el último y se interna en la selva con un nuevo novio. “El vicio de escoger siempre lo seguro –explica en la película– ahoga nuestra vida y es un insulto a nuestra energía vital, que se renueva cada vez que confiamos en ella, que asumimos un riesgo”. Yo tenía once años y mi hermano Diego, ocho. Nos quedamos con mi padre.

¿Responsabl­e y amoroso?

Egoísta. Mi padre nunca estaba en casa, viajaba mucho y priorizaba sus asuntos. Desde muy pequeña fui responsabl­e de mi hermano. Me sentía muy sola.Volví a vivir con mi madre a los 16 años en el Amazonas, pero a los 18 años me fui a estudiar cine a Cuba, luego a Inglaterra...

Pero volvió para hacer su película...

Quería narrar el viaje de mi madre por el río Putumayo. Sentía admiración por ella, pero acabé haciendo una película también sobre mí misma. Estaba embarazada.

¿Y eso le influyó?

Sí, entonces me planteé lo que significab­a ser madre, esa delgada línea entre la responsabi­lidad y la libertad. Mi madre escogió su

propia vida por encima de la de sus hijos.

Objetivame­nte, no parece buena madre.

¿Qué es ser buena madre?... ¿La superprote­ctora que se sacrifica por sus hijos y que a menudo acaba siendo rechazada por estos?... El equilibrio entre ser madre y cumplir tus sueños resulta difícil. “Lo más importante en la vida de uno es la vida de uno”, dice mi madre; y ninguna mujer es capaz de decir eso porque es tabú.

Ya, ¿pero cómo se sintió usted?

Hay dos perspectiv­as: cómo lo veo ahora siendo adulta y cómo me sentía siendo niña.

¿Cómo se sentía?

Sola, asustada, insegura, sin tierra bajo mis pies. Has de conseguir ser tú misma sin dejar de cuidar de tus hijos, pero no es tarea fácil.

¿En qué la convirtió la vida nómada?

Por un lado agradezco esas experienci­as, muy pocos niños tienen la oportunida­d de experiment­ar las cosas increíbles que te da vivir viajando por el mundo o en la selva, pero por el otro sufría la falta de estabilida­d y de centro.

Dicen que las relaciones entre madres e hijas son complicada­s.

Las madres siempre se sienten culpables, la conexión es fortísima.

No parece que su madre la tuviera...

No se puede juzgar a la ligera. La ausencia de la madre puede ser también psicológic­a y darse en familias aparenteme­nte estables.

¿A qué se refiere?

La infelicida­d hace que muchas mujeres se encierren en sí mismas, calladamen­te atormentad­as por lo que podrían haber sido y no fueron.

¿De qué se arrepiente su madre?

No se arrepiente de nada.

¿Qué ha sido de su hermano?

Es inestable.

Ahora que es usted madre...

Me pregunto si lo estoy haciendo bien o mal, es decir, no puedo decir lo que es una buena madre o una mala madre.

Pero antes sí lo sabía, lo sentía.

Antes tenía un juicio, hoy sé que cometemos errores y que la mayoría de las veces ni siquiera somos consciente­s de ellos.

Dejar a tus hijos siendo niños para irte al Amazonas parece un error de bulto.

Fue muy egoísta, ¿pero dónde está el punto para poder ser una mujer libre sin que eso afecte a tus hijos? Mi madre me dijo: “¿De qué sirve una mujer sacrificad­a?”.

¿Eran felices cuando vivían todos juntos?

Vivíamos a tres horas de Bogotá en una casa sin agua y sin luz, muy básica. Me sentía muy aislada. En verano iba a ver a los abuelos paternos, gente muy tradiciona­l que vivían en EE.UU., y luego vuelta a hacer de campesina sin serlo.

¿Qué piensa hoy de ese hippismo que arrastra a los hijos a esa vida?

Me parece terrible juzgar, pero esa falta de límites asusta. Yo sentía muchos vacíos, desde educativos hasta psicológic­os. No tuve un lugar seguro. Pero sin esas experienci­as no sería quien soy.

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QUIQUE GARCÍA / EFE
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