El peronismo es algo más que populismo
Los diez años que acabo de cumplir en Buenos Aires dan para ser considerado, al menos, porteño y para arriesgarse a escribir en primera persona sobre el peronismo, uno de los berenjenales –junto con Maradona o las Malvinas– que un extranjero debe evitar en los asados si quiere seguir teniendo amigos argentinos. No responderé en estas pocas líneas a la típica pregunta de qué es el peronismo porque primero tendría que entenderlo, algo que no logran ni los propios argentinos y, segundo, porque necesitaría escribir una enciclopedia. Cada argentino tiene una explicación diferente, despectiva en el caso de que sea gorila, como se llama a los antiperonistas. Pero para comprender el movimiento político fundado por Perón, que muchos denominan sentimiento como si se tratara de pertenecer al Boca o al River, hay que conocer a peronistas. Y no sólo a los primeros espadas cuya volatilidad ideológica ya indica por donde van los tiros y me recuerda a las carcajadas que estallaron en el estudio de RAC1 cuando una vez Toni Clapés me preguntó si el peronismo era de izquierdas o de derechas y le respondí que era todo eso y mucho más. Hay que conocer sobre todo a tipos como Luis Fernando Márquez, Pancho para sus amigos, peronista desde la universidad que, como tantos otros militantes de base, consideraba que la justicia social era la mejor manera de promover el progresismo en Argentina, un país donde casi toda la izquierda y parte de la derecha fueron históricamente engullidas por este movimiento.