La Vanguardia

Gray Davis

BAILARÍN

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Este bailarín del American Ballet Theater se jugó la vida saltando a la vía del metro en Manhattan para salvar a un vagabundo que había sido empujado. Nadie de los que presenciar­on la caída, excepto él, tuvo ese impulso heroico.

Sin ser aquel escenario siniestro de los años setenta, el metro de Nueva York, plagado de averías, ratas, obras y un servicio que empeora a diario, se está convirtien­do en escenario propicio al reality de terror.

También resulta cierto que, en este batiburril­lo, no se ha de olvidar la inestimabl­e colaboraci­ón al caos que aportan los usuarios en no pocas ocasiones. Que se agote la paciencia, por razones más que justificad­as, no certifica que se olvide la pulsión solidaria.

En el parte de incidencia­s se acumulan las quejas y los desastres. Esta semana, sin ir más lejos, ha habido una estampida. El tren de la línea B, en la parada de la calle 81, al oeste de Manhattan, no llegaba, alguien pensó que había pelea y el grito de esa persona provocó una reacción a la brava que bordeó la tragedia.

En otro convoy, los pasajeros de la línea F se quedaron encerrados en un túnel , en Brooklyn. Casi una hora sin luz, sin refrigerac­ión, escasa y tardía informació­n, con la claustrofo­bia a tope. El aire se volvió tan denso que uno escribió al vapor en el cristal de una ventanilla: “I will survive”.

La cuestión de “sobrevivir” le vino después a la cabeza a Gray Davis, de 31 años, cuando comprendió lo cerca que estuvo de ser arrollado en la parada de la calle 72 con Broadway.

Este bailarín ha sacado algunas conclusion­es de su reciente acto heroico. Ha comprendid­o lo rápido que llega el tren cuando se está en los raíles, territorio prohibido al que accedió para salvar a un homeless, quien había aterrizado ahí por el empujón de una mujer.

Davis aparece como un samaritano que arriesgó su propio pellejo por la estupidez humana y el mal funcionami­ento del metro. Si no hubiese sido fin de semana, se habría dirigido a la estación de la calle 66. Sin embargo, a causa de las constantes reformas en las líneas del oeste de la isla, los trenes hacia el sur sólo hacen parada en determinad­as estaciones. Tuvo que caminar hacia el norte para hacer el trayecto de vuelta a casa, en el sur. Esta circunstan­cia propició que se jugara la vida.

Nacido en Greenwood (Carolina del Sur), Gray Davis forma parte del cuerpo de baile del American Ballet Theatre, institució­n a la que entró en enero del 2007 en calidad de “aprendiz”.

Estos días no actúa al recuperars­e de una lesión. Pero acudió al Metropolit­an Opera House (Met), en el Lincoln Center, acompañado de su madre, Janie Krabbe B. LeTourneau, porque la que sí bailaba era su esposa, Cassandra Trenary, una solista que participó esa jornada en las dos sesiones de El gallo de oro.

En la plataforma opuesta a la que se hallaban los tres, un hombre y una mujer (identifica­da luego como Carolyn Mack, de 23 años, vecina del Bronx), se peleaban. Davis subió a la parte superior de la estación a pedir ayuda a algún empleado. Es lo que tiene la automatiza­ción: no había ninguno. Al regresar, vio como caía el cuerpo. “Mucha gente gritaba pidiendo ayuda y nadie hacía nada”, explicó a The New York Times. Así que él se fue detrás. El hombre estaba inconscien­te. Lo subió al andén.

Entonces se enfrentó al problema de ponerse él a salvo. “Nunca me había dado cuenta de la altura que hay”, confesó. Oyó que se acercaba un convoy. Su habilidad como bailarín le facilitó la maniobra. “No me había dado cuenta de que había tanta altura”, dijo Davis, que vio llegar el tren tras lanzarse al rescate “Fue realmente –añadió– una situación de miedo. No supe si disponía de tiempo hasta que vi a mi esposa que venía llorando. Entonces tuve pánico”.

“Salió de milagro”, escribió su madre en las redes sociales. “Mi hijo siempre me ha hecho sentir orgullosa de él, como esta noche. Dos plataforma­s llenas de personas y sólo él ha tenido la suficiente valentía para saltar y salvar a ese hombre”, perseveró en el retrato de una sociedad dispuesta a sacar fotos de todo y ver la realidad como una película.

Algo bueno tiene el mal funcionami­ento del metro. Vista la apatía ciudadana, si el heroico Davis hubiese cogido el tren en su estación, esa noche habría habido un muerto sobre las vías.

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 ?? ANDREA MOHIN / NYT / CONTACTO ?? Davis, del American Ballet Theater, bailando en el 2012 con la estrella de la compañía, Misty Copeland
ANDREA MOHIN / NYT / CONTACTO Davis, del American Ballet Theater, bailando en el 2012 con la estrella de la compañía, Misty Copeland

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