Gulag en el Ártico
El escritor Olivier Rolin investiga el encarcelamiento y la ejecución de un alto funcionario por el estalinismo
El novelista francés Olivier Rodin publica en España El meteorólogo, el relato biográfico de los años en que Alekséi Feodósievich Vangengheim estuvo preso en las islas Solovetsky, un archipiélago del mar Blanco, en el norte de Rusia, al que fue deportado en 1934, hasta su muerte en 1937.
El relato sobre la represión estalinista forjó la idea de que se cebó en los personajes que intentaban boicotear la revolución, ya fuese por su condición burguesa o por diferencias estratégicas con el modelo comunista. Pero los campos de concentración o los 750.000 fusilados sólo en 1937 necesitan otra explicación. Y el escritor francés Olivier Rolin nos la ofrece a partir de la historia de un personaje tan gris y discreto como Alekséi Feodósievich Vangengheim, jefe del Servicio Meteorológico de la URSS, que no era precisamente un contrarevolucionario sino un fiel militante del Partido Comunista.
El meteorólogo (Libros del Asteroide) es el relato biográfico de los años en que Vangengheim estuvo preso hasta su muerte. Olivier Rolin descubrió su historia el día que visitó las islas Solovetsky, un archipiélago del mar Blanco, en el norte de Rusia. Allí, en un antiguo monasterio del siglo XV se creó a partir de 1923 la primera cárcel de lo que iba a ser la Dirección Central de los Campos de Concentración, Glávnoye Upravlenie Lagueréi, acrónimo de Gulag. Allí se enteró de la paradoja que en aquel campo de trágico destino para tantos presos había una biblioteca de treinta mil volúmenes, la mayoría procedentes de los propios prisioneros. Y fue allí donde Antonina Sóchina, “una de las memorias vivas de la isla”, le mostró un álbum no venal editado por la hija de Vangengheim, el meteorólogo deportado a las Solovetsky en 1934. El álbum recogía las reproducciones de las cartas que este preso enviaba a su hija Eleonora, de 4 años de edad en el momento de su detención. Las cartas, llenas de dibujos de herbarios, animales y fenómenos meteorológicos tenían una finalidad educativa. “La idea de escribir la historia de este hombre, víctima entre millones
Su mujer murió en 1977 sin conocer la suerte del marido y su hija supo la verdad al descubrirse la fosa común en 1997
de otras de la locura estaliniana, empezaba a despertar en mi”, dice al empezar este libro escrito en francés el 2014. Ahora llega su traducción al castellano (ya ha salido en otras seis lenguas y acaba de ser prohibida la edición china) y su autor reconoce que desde el primer momento tuvo claro que no podía escribir una novela “porque hubiera sido una falta de respeto hacia una vida truncada y deshonrada”.
Vangengheim había nacido en 1881 en Krapivno (Ucrania), estudió agronomía y empezó a colaborar con la revolución soviética montando pequeños observatorios cuyos datos servían para mejorar las cosechas. Y así fue como llegó a ser nombrado director del Servicio Hidrometeorológico Unificado de la URSS. Fue todo un reto establecer las previsiones del tiempo en un territorio tan amplio. “Los aviones necesitan sus informaciones para aterrizar, los buques para abrirse paso por el mar de Kara, los tractores para trazar sus negros surcos”. En enero de 1930 se difundió el primer boletín meteorológico por la radio, destinado no a los veraneantes sino especialmente a la agricultura socialista. Hizo el primer “catastro de los vientos”, cuyo objetivo era analizar las posibilidades de la energía eólica. Es miembro del Partido, conoce a Gorki y a Krupskaia, la viuda de Lenin. Su especialidad son las nubes, los vientos, las lluvias, las isobaras, los hielos de la ruta marítima del Norte. Pero el 8 de enero de 1934, sin que se sepan las causas, fue detenido. Aquel día su mujer lo esperó en vano frente a la puerta del teatro Bolshói donde habían quedado para ir a la ópera. Primero fue trasladado a la Lubianka, la Dirección Política del Estado, donde tenían lugar los duros interrogatorios. Y cinco meses más tarde fue condenado a diez años de reeducación por el trabajo. Entonces fue enviado al campo de concentración de las Solovetsky. Allí pudo dar conferencias y trabajó en la biblioteca. Llegó a creer que el
Las 168 cartas que envía desde el campo de concentración indican que ignora las causas por las que es detenido
Partido iba a revisar su caso, porque no era ni un espía, ni un traidor. Por eso, en las 168 cartas que envió a su mujer, y que se han conservado –no así las que ella le envió– queda constancia de sus peticiones directas a Stalin en la confianza de que todo era un error.
Para Rolin, el meteorólogo no era un disidente sino alguien que confiaba en el PC, un hombre que hasta el final seguirá creyendo que los dirigentes no están al corriente de lo que le sucede. Rolin cree que al cabo de cierto tiempo empezó a desanimarse, pero lo mantuvo su voluntad de creer en la revolución porque de lo contrario se hundía todo su mundo y su vida. Pero también cree que sus cartas son engañosas y decía lo que decía solo para salvar a su mujer y a su hija (entre 1937 y 1938 fueron detenidas 40.000 mujeres solo por ser esposas).
A finales de octubre de 1937 el meteorólogo subió a un convoy con otros 1.216 presos que serían todos ejecutados. En 1977 su mujer murió sin conocer el destino de su marido. En 1997 su hija Eleonora supo la verdad sobre aquella matanza y se descubrió la fosa común. En el 2011, Eleonora, la destinataria de los dibujos, que había llegado a ser paleontóloga, se suicidó a los 74 años, dejando tan solo un paquetito con instrucciones sobre su incineración.