El Congreso quiere oír las cintas de Trump con Comey
El presidente insinuó que las tenía pero ahora evita el tema
Las grabaciones que ahora la Casa Blanca no encuentra “debajo de los sofás” aclararían quién miente
El ardor tuitero vuelve a jugarle una mala pasada a Donald Trump. Tres días después de que el presidente de Estados Unidos destituyera al jefe del FBI, Trump amenazó a James Comey con hacer públicas las grabaciones de sus conversaciones en el despacho Oval. Esas conversaciones son las que han dado pie a la discusión sobre si el presidente cometió obstrucción a la justicia al pedirle al jefe del FBI que dejara correr la investigación del Rusiagate. Ahora el Congreso ha pedido que, si existen tales grabaciones, la Casa Blanca debe entregarlas al Comité de Inteligencia del Senado que investiga el Rusiagate antes del 23 de junio.
Parece todo un contratiempo para el presidente, sobre todo porque después de su tuit Trump se ha negado a responder tantas veces como se le ha preguntado si existen esas cintas. Lo mismo han hecho los portavoces de la Casa Blanca, hasta el punto que, una de ellos, Sarah Huckabee-Saners, después de decir que no tenía ni idea de que existieran las cintas, se comprometió a “buscar debajo de los sofás”. Así que Trump no parece muy interesado en que aparezcan tales cintas y, en cambio, Comey dijo en el Senado: “¡Dios mío, espero que haya cintas!”.
De existir y de conocerse el contenido de las grabaciones aclararía las acusaciones cruzadas de Trump y Comey sobre quién de los dos ha mentido. El exdirector del FBI declaró bajo juramento ante el Senado que se tomó como una orden (ilegal) del presidente que le transmitiera sus deseos de que pusiera fin a la investigación de las conexiones de su equipo de campaña con funcionarios rusos.
El viernes, Trump aseguró que no era verdad que hubiera pronunciado las frases que había denunciado Comey, y se mostró “dispuesto al 100%” a declarar “bajo juramento” ante el fiscal especial que investiga ahora el Rusiagate, Robert Mueller.
Aunque después de la declaración del jefe del FBI destituido, Trump y el personal de la Casa Blanca respiraron aliviados porque no ven factible la acusación al presidente por obstrucción a la justicia por el mero hecho de haber expresado un deseo, el asunto difícilmente desaparecerá de la actualidad política, que es lo que está intentando la Administración Trump, dado que le está generando un enorme desgaste y le impide llevar a cabo su agenda política.
El Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes ya ha pedido también los memorandos escritos por James Comey sobre sus conversaciones con Trump y lo mismo ha hecho el Comité Judicial del Senado. Este comité se ha dirigido directamente a Daniel Richman, profesor de la Universidad de Columbia, el amigo de James Comey a quien el exjefe del FBI confió sus memorandos para que los filtrara a la prensa. Comey admitió haberlo hecho después de su destitución para forzar el nombramiento de un fiscal especial que investigara el Rusiagate. Richman ha reconocido actuar de intermediario entre Comey y la prensa. A este asunto se han agarrado Trump y su abogado particular, Marc Kasowitz, como a un clavo ardiendo para denunciar a Comey como filtrador y desacreditar su testimonio.
La batalla de la credibilidad la está ganando de calle James Comey. No hay que olvidar que hasta hace muy poco eran los demócratas quienes le acusaban de haber propiciado la derrota de Hillary Clinton al reabrir la investigación por el escándalo de los e-mails once días antes de las elecciones. Comey es militante republicano y participó activamente en las campañas de McCain y Romney, pero se enfrentó a Bush hijo cuando después del 11-S el presidente pretendía dar rienda suelta a las escuchas telefónicas sin orden judicial. Comey tiene merecida fama de íntegro pero, todo hay que decirlo, a su favor sólo tiene la ley.No va a tener el apoyo partidista y la influencia institucional que es capaz de desplegar el presidente de Estados Unidos. Pero bueno, torres más altas han caído.