La Vanguardia

Cuarenta años después

- Enric Juliana

El próximo jueves se cumplen cuarenta años de las primeras elecciones democrátic­as en España después del estallido de la Guerra Civil.

El mítico 15-J dibuja hoy los lindes de una profunda fractura generacion­al. Al sesenta por ciento del electorado –la gente mayor de 45 años en estos momentos– se le activan recuerdos intensos cuando oye hablar de esa fecha. El otro cuarenta por ciento sólo puede consultar archivos indirectos de la memoria (conversaci­ones familiares, manuales escolares, libros), y acaso no encuentra nada. Estamos casi mitad a mitad. Ese empate que no tardará en llegar explica algunas de las cosas novedosas que están pasando en España, para desespero del oficialism­o. Está cambiando el enfoque emocional de la política. Carlos Marx escribió en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte que “la tradición de las generacion­es muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Las elecciones del 15 de junio de 1977 se celebraron con el trágico recuerdo de la Guerra Civil oprimiendo el cerebro de los votantes. Cuidado, cuidado, cuidado. Los dilemas de la actualidad son formateado­s por los relatos de la transición. Por este motivo la revisión de lo ocurrido en los años setenta vuelve a ser campo de batalla ideológico. Prudencia y atrevimien­to se disputan la nueva narración. En eso estamos.

Cuarenta años después, la monarquía está a salvo. Dato fundamenta­l, puesto que la transición se trenzó alrededor de la institució­n monárquica, pieza clave de la Constituci­ón de 1978. La monarquía renovada tuvo eficaces relatores, también de habla catalana, como Baltasar Porcel. El rey Juan Carlos supo abdicar a tiempo. El PSOE, en la persona de Alfredo Pérez Rubalcaba, construyó el mejor discurso de aquel tenso mes de junio del 2014. Y Podemos no quiso escribir la palabra república en sus pancartas recién estrenadas, pese a los insistente­s reclamos de Izquierda Unida. En uno de los momentos más delicados desde 1977, la izquierda mayoritari­a volvió a dar la mano a la monarquía, o no le fue hostil. Este es otro dato fundamenta­l para la comprensió­n de la historia reciente de España.

Hace cuarenta años, el gobierno de los Estados Unidos tutelaba España de una manera muy directa. Estaba en juego todo el flanco sur de la OTAN. El guión de la transición fue visado en Washington por el presidente GeraldFord (sucesor de Richard Nixon), con la exigencia de un rápido ingreso en la Alianza Atlántica. Cuatro décadas después, Estados Unidos sigue siendo la principal potencia del mundo, pero acaba de elegir a un extraño presidente, que ha cautivado a sus electores con la promesa aislacioni­sta. America first. Mientras otros países europeos se encaran con Donald Trump, el gobierno español prefiere el perfil bajo, por si las moscas. Las bases de Rota y Morón de la Frontera son dos de los principale­s enclaves estratégic­os de la fuerza norteameri­cana en el Mediterrán­eo.

El próximo jueves se cumplirán cuarenta años de las primeras elecciones democrátic­as del 15 de junio de 1977. Cuatro décadas después, el cambio generacion­al y tecnológic­o vuelven a ser factores determinan­tes.

Hace cuarenta años, la URSS se interesaba por España y envió a un experiment­ado embajador, Yuri Dubinin, poco después del restableci­miento de las relaciones diplomátic­as, en febrero de 1977. Dubinin, representa­nte soviético en Washington durante la perestroik­a de Gorbachev, no llegó a Madrid con la misión de promover la revolución socialista. Su objetivo era retrasar el ingreso de España en la OTAN y controlar al PCE, que se estaba distancian­do de Moscú. Cuatro décadas después, la URSS ya no existe y el Gobierno de Ma-

trata con mucho tiento al presidente ruso Vladimir Putin, cuyo ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, acaba de declarar que la cuestión de Catalunya es un “asunto interno” de España. Hace un poco más de un año, los Coros del Ejército Ruso exhibieron la bandera estelada, en vez de la senyera, en un concierto en Barcelona.

Hace cuarenta años, la crisis económica afectaba principalm­ente a los trabajador­es industrial­es, muchos de los cuales tuvieron que refugiarse en el pequeño comercio de periferia y en el trabajo autónomo. La última crisis también ha golpeado a las clases medias, desbaratan­do su papel estabiliza­dor.

Hace cuarenta años, los jóvenes afrontábam­os el futuro con incertidum­bre e ilusión. Hoy la incertidum­bre ha conquistad­o la mayoría absoluta y los jóvenes deben cuidar la ilusión con voluntad de hierro.

Hace cuarenta años, la “generación del cambio”, el batallón social de entre 18 y 44 años (nacidos después de la autarquía de posguerra) representa­ban el 51% del electorado. La mitad más uno. No todos pudieron votar el 15-J, puesto que la mayoría de edad estaba fijada en los veintiún años, pero sí pudieron hacerlo en el referéndum constituci­onal de 1978. En la actualidad, la población de entre 18 y 44 años, nacida después de la muerte del general Franco, representa el 40% . El 60% de los electores tuvieron noticia directa de la dictadura. Parece necesario un pacto entre los jóvenes y el destacamen­to menos rígido y conservado­r de los que vivieron la transición. ?Quién será capaz de articular ese pacto?

Hace cuarenta años deseábamos ingresar en Europa. Ya estamos en ella. Ya conocemos sus defectos, pero no la abandonarí­amos jamás.

Hace cuarenta años una crisis como la del Banco Popular se hubiese intentado resolver en la mesa camilla de los poderes de Madrid. Hace unos días, el dispositiv­o europeo de control bancario cortó por lo sano.

Hace cuarenta años, las mujeres estaban muy relegadas. Hoy siguen sufriendo agresiones y discrimina­ciones, pero sus derechos ya han conquistad­o un lugar central en la sociedad.

Hace cuarenta años, esperábamo­s el vídeo y el fax. Hoy esperamos a los robots, que cambiarán el mundo y la propia noción de la existencia humana.

Hace cuarenta años, los líderes socialista­s andaluces se preparaban para tomar el mando en España. Hace unas semanas, la principal dirigente del socialismo andaluz perdía esa oportunida­d.

Hace cuarenta años, el PSOE pactó con el PSC, que defendía el concepto nación catalana. Hace unas semanas, Pedro Sánchez ganaba las primarias del PSOE apelando a la “plurinacio­nalidad”. Por muchos malabarism­os que haga, ya no podrá abandonar ese concepto.

Hace cuarenta años, las izquierdas ganaron en Catalunya. Socialista­s y comunistas obtuvieron casi la mitad de los votos y una aplastante mayoría en el área metropolit­ana de Barcelona. Luces de alarma se encendiero­n en Moncloa y se activó la operación Tarradella­s. La Generalita­t, a cambio de un giro al centro en la política catalana. Así fue.

Hace cuarenta años, Josep Tarradella­s preparaba su regreso. ¿Qué llevaba en la maleta, además de los enseres personales? La nación catalana. La Constituci­ón de 1978 no la pudo reconocer porque la fracción ultra del Ejército amenazaba con un golpe de Estado y ETA mataba cada semana. Hoy esos graves condiciona­ntes ya no existen.

Hace cuarenta años hubo pacto. Ahora también lo habrá. Costará mucho, pero lo habrá.

En junio de 1977, la población de entre 18 y 45 años sumaba el 51% del electorado; hoy son el 40% La cuestión catalana fue importante en la transición y vuelve a serlo ahora, bajo control europeo

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PÉREZ DE ROZAS Mesa de votación en un mercado municipal barcelonés el 15 de junio de 1977 riano Rajoy
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