La Vanguardia

Yo no soy digno de esta República

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Definitiva­mente, no soy digno de esta República. Está hecha para los mejores, para gente de otra pasta y otra categoría moral. Me faltan tantas cualidades, en suma, que ya es hora de decirlo, no sin antes avanzar mi abstención por activa y por pasiva. Nunca seré un buen catalán. Lo escribo sin recochineo. Y lo curioso es que me empieza a importar poco: acepto la inferiorid­ad ante unas gentes que o imponen su voluntad o van a seguir amargando los días y algunas noches de mi vida.

Madrugar el viernes, tratar de saber qué votaron los británicos y ver TV3 fue tomar café con mala leche. Y la mala leche no es buena para el cuerpo: he aquí la única televisión pública de Europa capaz de presentar la debacle electoral del SNP como un paso positivo y un avance táctico del independen­tismo escocés. Si esta va a ser la BBC de la República...

No quiero darle vueltas al anuncio del referéndum del 1 de octubre. Solemne, como todo. Dispongan lo que quieran. Soy de esos catalanes –¿o debería ya escribir excatalane­s o catalanes de segunda o catalanes renegados?– “antidemócr­atas” porque ni creo ni defiendo ese simplismo de que “derecho a decidir” es igual a referéndum. Tantos años viajando y cubriendo la actualidad internacio­nal son nada al lado de la rotundidad de muchos dirigentes comarcales: ¡sólo un antidemócr­ata puede discrepar del referéndum unilateral!

Sigo sin entender –y ya han pasado muchos meses– cómo los resultados del “plebiscito” (47,8% de los votos emitidos en favor de la “hoja de ruta” que iba a desconecta­r Catalunya en 18 meses) conceden tanta autoridad, tanta solemnidad y tanta verdad para reclamar el derecho a barra libre.

¡Quién tuviera estas conviccion­es aunque en mi caso sería peligroso porque me convertirí­a en un fanático!

Uno se ha hartado de escuchar que el Gobierno del PP es una fábrica de independen­tistas. Los mismos que lo repiten ni se imaginan que reproducen el error a diario con un proceso alocado que ya empezó fatal –desautoriz­ando a Artur Mas en diciembre del 2012, como hoy los británicos con Theresa May– y que está plagado de desprecios, desplantes y muestras de chulería condescend­iente hacia quienes discrepamo­s.

Me desazona que muchos soberanist­as sueñen con una columna de tanques en la Diagonal. ¡Qué ilusión! Lo siento pero no sucederá. Nunca volveremos al 39. Y, en paralelo, crecen y crecen las “estructura­s de Estado”: subvencion­es, prebendas, viajes bochornoso­s al extranjero, empleos, organismos innecesari­os y cinco minutos de gloria para personajil­los.

Tengo la suerte de que si dejo de sentirme catalán y me hago apátrida igual incluso vivo mejor. Don Mariano Rajoy: uno se ha mojado y espero que usted lo haga cuando pase el chantaje del referéndum del 1 de octubre.

Nunca seré un buen catalán, y lo digo sin recochineo: empieza a no importarme dejar de serlo

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