Máxima de Holanda, una gran coleccionista de tiaras
La primera reina consorte de los Países Bajos en más de un siglo ha heredado las joyas de cuatro soberanas titulares de la Corona
Máxima Zorreguieta no nació en una familia real pero ha acabado convertida en toda una reina, no solo por haberse casado con el príncipe Guillermo, rey de los Países Bajos desde el 30 de abril de 2013, sino porque gracias a su empaque luce las tiaras como nadie. Tiene además donde elegir, ya que la colección de joyas de la casa de OrangeNassau es una de las más importantes del mundo, por su cantidad y por su calidad. La mayoría de las piezas que ahora luce la esposa del rey Guillermo I Alejandro llegaron al joyero real a finales del siglo XIX durante el reinado de Guillermo III, que tuvo dos esposas, Sofía de Wurttenberg y Emma de WaldeckPyrmont.
El monarca holandés era en aquel tiempo uno de los hombres más ricos del mundo gracias a su participación en los negocios coloniales. Tuvo un matrimonio desastroso con su primera mujer, coleccionó amantes, se opuso a todas las reformas constitucionales pero fue un rey muy popular y tan singular que hasta The New York Times le calificó como “el monarca más decadente del mundo”. Todo cambió en 1879 cuando a los 62 años, viudo, se casó con una joven condesa alemana de 21 que llevó la paz a su vida. Guillermo III sobrevivió a sus tres hijos varones nacidos de su primer matrimonio. A su muerte, fue su hija Guillermina quien heredó el trono a los 9 años y su madre, Emma, ejerció de reina regente hasta que su hija cumplió 17 años.
Durante los once años que duró su matrimonio, Emma atesoró joyas de gran valor, regalo de un marido anciano que la idolatraba y que además le cedió, para guardar para su hija, todas las joyas pertenecientes a las anteriores reinas consortes, principalmente las que aportó con su dote Ana Paulova, hermana del zar Alejandro I y esposa de Guillermo II, que incluían una colección de perlas de valor incalculable.
La pequeña Guillermina empezó a formar su joyero con los regalos que le hizo su padre cuando aún era una niña y con los años heredó la fabulosa colección de su madre, que murió en 1934 a los 75 años. La reina Guillermina, icono de la resistencia holandesa a los nazis, ocupó el trono entre 1897 y 1948, cuando abdicó en su única hija Juliana. La nueva reina heredó todas las joyas de su madre y las de su abuela, además de las que habían aportado anteriores reinas consortes. La reina Guillermina murió en 1962 y repartió sus joyas privadas entre sus cuatro nietas, Beatriz, Margarita, Irene y Cristina, reservando la propiedad de las más importantes y más significativas a su hija Juliana, que ya las usaba desde que fue proclamada reina.
Juliana puso orden en el tesoro y cedió a la Fundación de la familia Orange-Nassau la titularidad de las
La reina Juliana cedió la propiedad de todas las joyas que heredó de su abuela y de su madre a la Fundación Orange
joyas, que debían pasar de reina a reina. Desde entonces, las tiaras, diademas, collares, pulseras, broches, pendientes y demás no son propiedad privadas de las personas sino de la institución. Hace algunos años, la princesa Irene quiso vender la tiara del pavo real que había recibido en herencia de su abuela Guillermina y la reina Beatriz se la compró y la cedió a la fundación. La entidad cede el uso de las joyas a la reina, en este caso consorte, y también, en ocasiones especiales, a las mujeres que forman parte de la familia real holandesa.
El joyero real de la casa real de los Países Bajos, como el del resto de monarquías, nació para impresionar a sus súbditos. Los reyes y reinas atesoraban cofres con piezas de oro, piedras, gemas o perlas, pero fue en el siglo XVIII con la expansión colonial y el descubrimiento de minas de piedras preciosas allende los mares cuando las monarquías europeas empezaron a acumular esos tesoros, primero al por mayor y luego en forma de joyas, principalmente diademas y tiaras que seguían el modelo de las coronas propias de los reyes.
Holanda, con su dominio en el mercado de los diamantes, obtenía
Holanda, líder en el mercado de los diamantes, atesora las mejores piedras de todos los joyeros reales
las mejores piezas y algunas pasaban al joyero real. La reina Máxima lleva sobre su cabeza piezas extraordinarias compradas, o recibidas, en un tiempo en el que a los reyes no se les pedían explicaciones de cuánto gastaban, ni de dónde sacaban el dinero. Eran, además, un buen plan de pensiones y, en caso de jubilación anticipada, se podía perder el trono y las propiedades, pero las joyas podían transportarse con facilidad para pagar los gastos del exilio, como hicieron todas las familias reales que perdieron el puesto a lo largo del siglo XX. Las monarquías que lograron conservar la Corona y preservar sus joyas las lucen ahora como símbolos históricos para dar relevancia a la institución que representan.