Pintadas tras la eternidad
La entidad cultural Difusor monta en la Nau Bostik de la Sagrera el primer museo de Barcelona dedicado al arte urbano
El ruido se está imponiendo en el mundo del arte urbano. Ahora hasta los oficinistas recortan sus propias pegatinas para estampar toda la ciudad. Las grandes superficies comerciales organizan talleres de grafiti, sesiones de live painting y... Gracias a las redes sociales cualquier precipitado pintarrajo alcanza en Instagram la categoría de trending topic superstar. Todo el mundo sabe quién es Banksy pero muy pocos por qué oculta su rostro, por qué ese tipo un día fue y... Todo resulta demasiado trepidante. De modo que la entidad cultural Difusor inauguró ayer el primer museo de Barcelona dedicado al arte urbano.
Ahora los 270 metros de muros que rodean la Nau Bostik del barrio de la Sagrera ya acogen o acogerán en los próximos días obras de gente como Sixe Paredes, Roc Blackbloc, Max Rippon... No se trata de ninguna excentricidad. Ciudades como Bruselas, Berlín y San Petesburgo disponen de iniciativas similares, de museos con torno, entradas y conserjes con americana dedicados al arte urbano. Sixe Paredes empezó pintando paredes del Raval y acabó decorando la fachada de la Tate Modern... pero lo de la Tate se lo pidieron por favor.
Todo se está desmadrando, explica Xavier Ballaz, director de Difusor. Al parecer, a pesar de las redes sociales, de que un montón de gente se pasa el día fotografiando pintadas urbanas con su smartphone, de que cada día proliferan más los muros legales donde todo el mundo puede pedir permiso y darle al aerosol sin necesidad de estar todo el rato mirando por encima de su hombro, “el arte urbano es más efímero que nunca”. Porque las fotografías tomadas con smartphones se entierran las unas sobre las otras en las redes sociales, porque los muros legales no dan abasto y las rociadas de espray se superponen a toda velocidad, porque muchos quieren ser famosos y muy pocos en verdad se paran a fijarse en los muros.
La calle se está transformando en un desesperado camino a la fama, en un atestado escaparate en busca de la gloria. Ahora los diseñadores muy profesionales se promocionan decorando las ciudades. “De manera que con Bostik Murals –continúa Ballaz– queremos ofrecer un punto y aparte, un espacio de reflexión, un lugar al que la gente acuda sabiendo qué es lo que va a ver, que comprenda que entre el vandalismo y los muros legales media un mundo. Hablamos de cómo interactúa la gente con el espacio público”. Sí, lo que vendría a ser un museo de toda la vida. “Estamos perfilando un programa de actividades dirigidas al gran público y también talleres más específicos, como uno sobre los derechos de autor de las obras realizadas en el espacio público o sobre diversas técnicas de uso de los aerosoles de pintura”.
La velocidad de las redes sociales está contribuyendo a que el grafiti sea más efímero que nunca