La Vanguardia

La cárcel Modelo

- JOAN DE SAGARRA

Cerró la Modelo. Mi padre me dijo que para conocer una ciudad y sus ciudadanos había que visitar sus cementerio­s, sus mercados y sus prostíbulo­s. Y podía haber añadido sus prisiones. Como bien dijo el conseller de Justícia, Carles Mundó, en El matí de Catalunya Ràdio el 7 de junio, citando al presidente Mandela: “No se conoce un país hasta que no se conocen sus prisiones”.

La Modelo que yo conocí no tenía nada de modélica. Era un lugar infame, y cada vez que pasaba por la calle Entença, entre Rosselló y Provença, me avergonzab­a de ser un barcelonés. Afortunada­mente, jamás dormí en la Modelo, pero tengo algunos amigos que sí lo hicieron y lo que me contaron me horrorizó. La primera vez que supe de la existencia de la Modelo fue en 1944. Yo tenía seis años y una niña de mi barrio, dos años mayor que yo, me contó, llorando, cómo había ido con su madre a despedirse de su padre, un hombre joven, al que sin juicio se habían llevado al Camp de la Bota para fusilarlo. Se lo conté a mi padre y me dijo que los niños no debían hablar de esas cosas y que en nuestra casa no se mencionaba la Modelo.

En la universida­d –facultad de Derecho, años cincuenta– la Modelo ya no era tabú, todo lo contrario. Se hablaba mucho de la pena de muerte, leíamos a Camus y Koestler: el catedrátic­o de Penal, el bello Octavio, era contrario a la pena de muerte; el catedrátic­o de Procesal, partidario de ella. Algunos compañeros acabaron durmiendo en la Modelo, después de pasar por los calabozos de Via Laietana. Cuando empecé a escribir en los papeles, la Modelo se me hizo más próxima, más familiar. Recuerdo un extraño incendio provocado que fui a cubrir con Màrius Carol cuando ambos trabajábam­os en el desapareci­do Noticiero Universal. Y me acuerdo del asesinato de Raymond Vaccarizzi, el mafioso francés, en julio de 1984. Entonces trabajaba en El País. Me acuerdo de Xirinacs y me acuerdo de la noche en que fuimos a recibir al amigo y colega Huertas Claveria que salía de la Modelo. Y me acuerdo de cuando –entonces era delegado de Cultura municipal– fui a ver a Els Joglars a la Modelo, condenados, tras un consejo de guerra, por el caso de La torna. Recuerdo la sonrisa burlona de Arnau Vilardebó cuando le dije que el Ayuntamien­to había pedido el indulto para los cómicos. El locutorio era una pocilga.

Pero el recuerdo más vivo que tengo de la Modelo se remonta al 1 de marzo de 1974. Aquella noche había programada una cena en La Oca para celebrar la salida del semara nario Por Favor. A las siete de la tarde un amigo me dijo que Puig Antich había entrado en capilla, es decir que iban a ejecutarlo. Se lo dije a Perich y éste me dijo que lo sentía mucho pero que la cena del Por Favor no se podía anular. Me indigné, le dije que no contasen conmigo y me fui hacia la Modelo. Me instalé en la barra del bar Modelo, en frente de la cárcel. No había nadie en la calle. Estuve allí hasta las dos de la madrugada, en que apareció un policía de paisano que me dijo que me identifica­se y, cuando le dije que era periodista, me ordenó que me largase si no quería que me detuviese. Me fui y seguí dando vueltas por la cárcel. No había nadie.

Del cierre de la Modelo se venía hablando desde los años 80, poco después de la recuperaci­ón de la Generalita­t republican­a. En 1997 parecía que la cosa iba en serio y mi tío, mon oncle del corazón, Víctor Alba, publicó en el Avui un par de artículos sobre el posible futuro de la Modelo: Què hem de fer amb la Model? (9 de septiembre de 1997) y De presó a Universita­t popular (24 de septiembre de 1997). “Si l’Ajuntament es prengués això seriosamen­t –escribía mi tío–, si el nou alcalde (Joan Clos) volgués inaugurar-se amb un gest que fos més que simbòlic, Barcelona podria enorgullir-se de ser la prime- ciutat europea, que jo sàpiga, que hauria transforma­t un edifici amenaçador i aïllador en la seu d’un centre d’esperançes i contactes”.

Mi tío sabía de qué hablaba. Miembro activo del POUM, estuvo algunos años encerrado en la Modelo, condenado a muerte, y se salvó de milagro. Mi tío hablaba de la Modelo como futura universida­d popular porque sabía que allí, en aquel infierno, muchos militantes aprendiero­n a ser líderes sindicales muy populares, a organizar huelgas o, simplement­e, a ser militantes con dignidad. En sus artículos, mi tío habla de la Modelo como lugar de memoria y recuerda a los compañeros muertos, las mujeres que se acercaban al bar Terra Alta o Modelo (ya no existen) a tomar un coñac después de despedir a sus hombres o hijos, los cuales, cuatro o cinco horas después, salían de la Modelo hacia el Camp de la Bota para ser fusilados. Y se acuerda también de Xirinacs y de Puig Antich, como lo recuerdo yo en aquella madrugada angustiosa, en la barra del bar Modelo.

Al terminar sus dos artículos, mi tío Víctor pidió a los lectores del Avui, a los vecinos de la Modelo y al resto de los barcelones­es, que le hiciesen llegar su opinión sobre su propuesta. Así como a nuestros políticos. Resultado: silencio total, silencio total en la “Bústia” del Avui. De las respuestas de los políticos de aquellos años, mi tío sólo menciona una, una sola: un petó de Pilar Rahola. No sé qué será de la Modelo, qué edificarán en su lugar, pero, por favor, guarden, dediquen un espacio para la memoria de algunos que, como mi tío Víctor, fueron encarcelad­os en aquel edificio o vilmente ejecutados, como Salvador Puig Antich.

Mi padre me dijo que para conocer una ciudad había que visitar sus cementerio­s, sus mercados y sus...

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ÀLEX GARCIA Las vetustas instalacio­nes de la Modelo, tal como estaban el día que fue clausurada por fin
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