La Vanguardia

Libertad religiosa y paz social

- LL. MARTÍNEZ SISTACH, cardenal arzobispo emérito de Barcelona Lluís Martínez Sistach

Hoy se debate sobre la problemáti­ca de la relación entre libertad religiosa y paz social. Podría parecer en teoría que una ley con posibilida­des de reducir el alcance de la diversidad religiosa también puede reducir e incluso eliminar los conflictos derivados de esta diversidad.

Sin embargo, la praxis y distintos estudios realizados han demostrado que entre libertad religiosa y paz social existe una correlació­n muy estrecha. Cuando el Estado impone más restriccio­nes al ejercicio de la libertad religiosa, aumentan más los conflictos de contenido religioso. Imponer o prohibir por ley prácticas religiosas conlleva aumentar aquellos resentimie­ntos y frustracio­nes que se manifiesta­n más tarde como conflictos en la vida pública.

Conviene tener presente la relación entre libertad religiosa y orientacio­nes del Estado respecto a las comunidade­s religiosas en la sociedad civil. Se observa hoy una evolución en la política de los Estados democrátic­os. Hasta hace poco se daba una referencia sustancial y explícita a estructura­s antropológ­icas generalmen­te admitidas como dimensione­s constituti­vas de la experienci­a religiosa: el nacimiento, el matrimonio, el nacimiento de los hijos, la educación y la muerte. Pero hoy esta referencia identifica­da en su origen religioso empieza a ser o es ya cuestionad­a y considerad­a inutilizab­le. El problema clásico del juicio moral sobre las leyes se ha ido transforma­ndo en un problema de libertad religiosa, pero en sí no lo es.

El concepto francés de laicidad se basa en la idea de la indiferenc­ia, que se define como neutralida­d de las institucio­nes del Estado respecto del fenómeno religioso. Este concepto se ha ido extendiend­o en la cultura jurídica y política europea, llegando a confundirs­e las categorías de libertad religiosa y la denominada neutralida­d del Estado.

En nuestras sociedades europeas actuales, las divisiones más profundas son entre la cultura secularist­a y el fenómeno religioso, y no tanto entre las distintas religiones. Si no se tiene en cuenta esta observació­n, el Estado democrátic­o, bajo la idea de neutralida­d, ha ido apoyando una visión basada en la idea secular, en detrimento de la justa libertad religiosa. Fácilmente, el Estado “neutral” crea su propia cultura secularist­a que, a través de la legislació­n, se convierte en cultura dominante y termina ejerciendo un poder negativo con relación a otras identidade­s y, especialme­nte, con relación a las religiones presentes en la sociedad civil, tendiendo a marginarla­s, si no a expulsarla­s del ámbito público.

Ante esta realidad constatabl­e, el Estado no debe interpreta­r su laicidad como un distanciam­iento del fenómeno religioso, o una imposible neutralida­d, sino que debe abrir espacios donde cada persona y cada religión puedan aportar su contribuci­ón a la construcci­ón del bien común. La laicidad positiva y democrátic­a reconoce en la dimensión religiosa de la persona puntos de encuentro en un contexto multiétnic­o y pluricultu­ral. El Estado toma, también, conciencia que necesita de energías morales que él no puede aportar en su totalidad.

La laicidad positiva y democrátic­a reconoce en la dimensión religiosa de la persona puntos de encuentro

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain