La entente del clima
Hay un liderazgo global en defensa del medio ambiente que está llamado a cobrar fuerza desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió sacar a su país del acuerdo de París contra el cambio climático. El 5 de junio, a los pocos días del anuncio, el papa Francisco lanzó este tuit: “No olvidemos nunca que el medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos”. Trump había comunicado al mundo su decisión el jueves 1, y ocho días antes se había entrevistado en Roma con el Papa –el encuentro fue el 24 de mayo– durante su primera gira por el extranjero en calidad de presidente. En ese encuentro, Francisco le regaló la exhortación apostólica Evangelii gaudium y la encíclica ecologista Laudato si’. Trump prometió leerlas. No consta si lo hizo.
Esa encíclica de mayo del 2015 lleva camino de convertirse en pieza fundamental en el argumentario de la entente por el clima que se está fraguando desde que Estados Unidos, por iniciativa de Trump, ha abdicado de asumir ese liderazgo. La UE y China, cada cual con sus modulaciones, han reiterado su adhesión al acuerdo de París, y también estados, ciudades y empresas estadounidenses han anunciado que lo respetarán. Recordemos: lo pactado en la cumbre del clima de París de diciembre del 2015 –y ratificado luego por casi 200 países– fue contener el aumento de la temperatura por debajo de los 2º centígrados respecto a la época preindustrial. Eso sólo podría lograrse reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, a las que una abrumadora mayoría de científicos atribuye el calentamiento global.
En su encíclica, el Pontífice suscribe ese “consenso científico muy consistente” en torno a las causas humanas del calentamiento. Francisco constata cómo la Tierra se está convirtiendo en “un inmenso depósito de porquería”, consecuencia “del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte”, y menciona la “deuda ecológica” que los países ricos tienen con los países en desarrollo tras siglos de contaminar y acaparar el mercado.
Dando un elevado contenido social a la defensa del medio ambiente, el Papa declara que “estas situaciones provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo”. Porque Francisco ve el cambio climático con ojos morales y espirituales, en tanto que fenómeno que incide en los pobres y marginados de modo aún más catastrófico que en la población general. Así lo declaró también la Conferencia Episcopal estadounidense el mismo día en que Trump dio el portazo: “La decisión del presidente Trump perjudicará a la gente de Estados Unidos y del mundo, especialmente a las comunidades más pobres y vulnerables”. Los obispos de EE.UU. recordaron que “las Escrituras afirman el valor de cuidar de la creación, y de cuidar unos de otros solidariamente”.
No ha sido siempre esa la visión. Antes de que surgiera la conciencia medioambiental, y en consonancia con el mundo tal como era, el catolicismo no dedicó atención al planeta ni a los seres vivos, más allá del ser humano. Pese al mensaje de san Francisco de Asís en Cántico del hermano sol, durante siglos el mandato divino contenido en el Génesis (“Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra”) fue interpretado en el sentido de dominar la Tierra, de explotarla.
Por fortuna, esa visión quedó atrás hace tiempo, con aportaciones sucesivas, y la encíclica Laudato si’ puede considerarse la consumación. Que el asunto es un pilar del pontificado de Francisco se ve también en su acción exterior. El habitual mensaje que la Santa Sede envía a los musulmanes con motivo del Ramadán se titula este año Cristianos y musulmanes: juntos por la salvaguarda de nuestra casa común y emplaza a una “conversión ecológica global” de las religiones del mundo.
Al día siguiente del anuncio de Trump, el Papa y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hablaron por teléfono por primera vez. Según el Elíseo, Macron “agradeció al papa Francisco su acción antes y durante la cumbre del clima y su movilización en favor del acuerdo de París”. Ambos acordaron tenerse al día de “las iniciativas que se tomarán en las próximas semanas a favor del clima”.
Cuando hace dos años se publicó Laudato si’, ya fue saludada con reconocimiento por organizaciones y oenegés de protección de la naturaleza. Greenpeace, Ecologistas en Acción, WWF o la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife) –las principales organizaciones conservacionistas en España– la cubrieron de elogios. Ahora más que nunca, el activismo laico puede incorporar a su acervo de combate esta encíclica tan pertinente.
El portazo de Trump al acuerdo de París augura nuevos liderazgos globales en la defensa del planeta; el papa Francisco es una voz fundamental