El arquitecto que ‘odiaba’ Nueva York
El MoMA rinde homenaje a Frank Lloyd Wright, genio estadounidense, en el 150º aniversario de su nacimiento
La sede del Museo Guggenheim de Nueva York trasciende a su contenido.
Junto al Empire State Building o la torre Chrysler, ese edificio se incluye entre las estampas que ilustran la Gran Manzana, pese a su autor.
El arquitecto Frank Lloyd Wright, creador de esa imagen universal, aseguró en su día que Nueva York no era más que “una piara de cerdos” o “un tumor fibroso”. En una entrevista de televisión, que le realizó Mike Wallace en septiembre de 1957, el genio le respondió que no le excitaba la línea del horizonte de la ciudad de los rascacielos.
–Sólo es una carrera por el precio de los alquileres, un gran monumento al poder del dinero y la codicia, un intento de sustituir las ideas por el dinero. No he visto ni una idea en todos esos sitios, ¿Dónde está la idea? ¿Cuál es?”.
En el proceso de diseño y edificación del Guggenheim, llegó a afirmar: “Se me ocurren varios lugares más deseables en el mundo para construir un gran museo. Sin embargo, han tenido que elegir Nueva York”.
Wright murió en 1959, a los 92, escasos tres meses antes de la inauguración de su obra. “Totalmente”, replica Barry Bergdoll, del departamento de Arquitectura y Diseño del Museum of Modern Art (MoMA) y curador de la muestra dedicada a Wright, al plantearle si el Guggenheim es la pieza más icónica y visitada de las realizadas por su creador.
Como buen narcisista que fue, sus cenizas deben de estar dando brincos por la satisfacción de un éxito que no pudo disfrutar, aunque sea en esta metrópolis.
“Hay una expresión en inglés, ‘protesta demasiado’, creo que viene de Shakespeare, que significa que, cuando la gente insiste e insiste que algo no les gusta es que está fascinada por eso”, remarca Bergdoll.
Recuerda que en el extenso periodo constructivo, Wright pasó mucho tiempo en Manhattan, en el hotel Plaza. “Que le gustara hospedarse ahí ‘habla’ de lo que odiaba Nueva York. No es tan simple. No le gustaba que estuviera cada vez más congestionada. Cuando hizo esos pronunciamientos, de los años 30 a los 50, la ciudad ganaba en polución y él se quejaba de la crisis urbana. A eso respondía. No es que estuviera en contra de la vida cosmopolita, pero mostraba su concepto de reformar las ciudades en el sentido de reconectarlas con la naturaleza”.
Así se expresa el experto desde la tercera planta del MoMA. En este escenario, el jueves 8 de junio, conmemoración del 150.º aniversario del nacimiento de Frank Lloyd Wright, se presentó la macroexposición que el templo de la modernidad le dedica al arquitecto
Wright fue toda una contradicción: criticó la Gran Manzana, pero su obra más icónica es el Guggenheim
“más innovador” del siglo XX, que abre mañana y hasta el próximo 1 de octubre.
La exhibición reúne más de 400 trabajos que definen su labor de siete décadas. Contiene dibujos, maquetas, pinturas, fotografías, fragmentos de edificios, libros, filmes o populares espacios de televisión en su época, como la citada entrevista de Mike Wallace o un programa concurso
–What’s my line?–, en su edición del 3 de junio de 1956, en la que los participantes, tapados los ojos, debían descubrir quién era el invitado. Que Wright fuera la incógnita ilustra la fama de la que disfrutó. Era un progresista social y un cascarrabias, además de mujeriego, manirroto y polemista. De otro mito como Le Corbusier aseguró que se limitaba a hacer pinturas, no edificios.
Wright diseñó más de mil inmuebles, de los que llevó a la práctica unos 500. Obsesionado
con la posteridad, preservó una inmensa cantidad de sus dibujos –aunque perdió bastantes en el trágico incendio de su retiro rural en Wisconsin– de cara a perpetuar su filosofía arquitectónica. En el 2012, el MoMA y la Universidad de Columbia adquirieron ese material, en el que se cuentan 55.000 dibujos, 300.000 páginas de correspondencia, 125.000 fotografías o 2.700 manuscritos.
Dada esta amplitud, se entiende que la exposición se titule “Desembalando el archivo”. En realidad son más bien doce submuestras. Una docena de expertos seleccionaron cada uno una pieza, a partir de la cual se articulan otras tantas áreas de su labor o de su pensamiento. Desde el método constructivo del hotel Imperial de Tokyo –sobrevivió a un terremoto en 1923 y luego lo derribaron–, al ornamento, la ecología y el paisaje o el urbanismo.
“El nombre del show tiene el doble sentido de lo físico, del hecho de desempacar, pero también de desembalar una interpretación”, sostiene el curador.
Y sirve como toma de conciencia. Uno de los dibujos expuestos es el del concesionario de coches Hoffman, de 1955, ubicado en plena Park Avenue de Manhattan. En el 2013, gracias a un resquicio en el trámite de declararlo edificio catalogado, los depredadores especulativos lo demolieron con nocturnidad y alevosía. “Escandaloso”, dice el curador.
Uno de los apartados lo desarrolla el propio Bergdoll. Su elección consiste en el denominado edificio Mile-hight, esto es, de una milla de altura (1.609 metros). Este proyecto, que careció de cliente o de comisión para su alzamiento, lo presentó en Chicago en octubre de 1956.
No deja de ser una contradicción, otra más, en el mundo de Wright. “Me intrigó este planteamiento porque no tenía ningún sentido en su carrera. Él apostaba más por la ciudad de urbanismo disperso, lo que es la anti ciudad, y se trataba de hallar una justificación a este diseño sin precedentes de edificio alto”, aclara. El protagonismo de este dibujo supone incorporar la controversia tan actual respecto a los grandes rascacielos. Como los del llamado “corredor de los millonarios” de la calle 57, con vistas a Central Park, donde se suceden las torres muy estilizadas, tipo lápiz.
“El punto clave contemporáneo es que ese proyecto iba destinado a ser una cosa singular en medio de un paisaje abierto, sin nada más igual. A diferencia de la calle 57, no se trataba de mirar por la ventana y ver otros cinco edificios iguales”, subraya.
También describe a su autor,
La exposición es una invitación a visitar el extenso archivo de un genio que quiso sobrevivir a su época
“un experimentador constante, un verdadero laboratorio de ideas”. Iba por delante de la tecnología de la época. Algunos arquitectos parecen tomar nota, y no hace falta citar nombres, sobre el estilo Wright. Una vez alguien se le quejó porque le caía agua por una grieta y él le dio un consejo:
–Mueve el escritorio.