La Vanguardia

Sabina, de nuevo en la carretera

- Efe ÚBEDA

En un esfuerzo palpable por contener las lágrimas, Joaquín Sabina volvió el sábado por la noche a los campos entre olivos que lo vieron nacer para dar inicio a la gira de su último disco, Lo niego todo , en la que ha asumido un tema peliagudo como la vejez. Pasados 12 minutos de la hora estipulada, las diez de la noche, Sabina apareció enfundado en un traje de color berenjena y su bombín, con el público en pie y visiblemen­te emocionado.

Posiblemen­te por la confianza en su nuevo disco, en la primera parte despachó consecutiv­amente seis de sus cortes, empezando por Lo niego todo, riéndose de leyendas, sambenitos e historias que le atribuyen, como la multa de 11.000 dólares que el hotel Sheraton de Montevideo pagó por fumarse un cigarrillo en una rueda de prensa. Lo niego todo ha sido el primer álbum de estudio de su discografí­a en solitario desde Vinagre y rosas (2009), el primero en tres lustros que le ha devuelto la “felicidad creativa” y el primero en el que flirteó a pecho descubiert­o con el crepúsculo como temática, pero siempre con humor. “Me han aconsejado en el geriátrico que me siente de vez en cuando”, decía después del “vago sabor mexicano” de Posdata y antes de apostarse en una banqueta que apenas abandonó ya.

Tras el simpático reggae de ¿Qué estoy haciendo aquí?, destacó Lágrimas de mármol, dedicada a sus hermanos Paco y Mari Carmen y uno de los nuevos clásicos por capacidad emocional y de proclama (“¡Supervivie­nte, sí!”, exclama en ella). “Me costó mucho hacerla; en el terreno del pop no es fácil hablar de envejecer, ni siquiera yo quiero que me hablen de ello, a no ser que sea Leonard Cohen”, reconoció Sabina, que apeló a dos años especialme­nte duros en los que ha perdido a ídolos y amigos como Javier Krahe, Juan Gelman o Gabo García Márquez. Si la novedad consistía en refutar cómo su banda asumía en directo el influjo stoniano y blues que Leiva introdujo en su último álbum, la respuesta estuvo en Las noches de domingo acaban mal, un rocanrol muy aplaudido en el que presumió de recibir por fin las coordenada­s musicales de Alarma. “Yo siempre quise ser su guitarrist­a, pero tuve que asesinar a Manolo Tena para ello”. Tras un breve receso en el que cedió el protagonis­mo a Pancho Varona y Mara Barros (con Hace tiempo

Leiva viste a la banda de Joaquín Sabina, a sus 68 años, de su formato más eléctrico

que no), llegó el turno de los éxitos, donde se cayó Cerrado por derribo, pero no Una canción para la Magdalena o Por el bulevar de los sueños rotos. En ese júbilo colectivo de los códigos compartido­s sonaron Y sin embargo, con una poderosa intro vocal de Barros asumiendo la famosa copla casi homónima, así como una versión de Ruido pasada por el rock latino.

“¡Qué ruido más bonito haces, canalla!”, le gritó desde la pista el público que celebró Peces de ciudad y, sobre todo, 19 días y 500 noches, con un Sabina al que no le cabía la sonrisa en la cara. Medias negras fue la última canción antes de un segundo receso previo a los bises, los acostumbra­dos, con un combo de Noches de boda y Nos dieron las 10 o Princesa, pero también Contigo, dedicada a Ignacio Echeverría, el español asesinado en el atentado de Manchester, y, tras dos horas de música, Pastillas para no soñar.

Y que el fin del mundo nos pille bailando...

 ?? JAVIER BRAGADO ?? Joaquín Sabina, en un momento de su concierto, la noche del pasado sábado
JAVIER BRAGADO Joaquín Sabina, en un momento de su concierto, la noche del pasado sábado

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain