La Vanguardia

Un nuevo caso Bankia

- Juan Ignacio Navas

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Creíamos haber aprendido la lección de Bankia. Pensábamos que habíamos superado la crisis financiera. Sin embargo, regresamos inopinadam­ente a la casilla de salida. Bankia se convirtió en el caso Bankia cuando se demostró que las cuentas de la salida a bolsa estaban falseadas. Lo mismo ha ocurrido con el Popular. La macroampli­ación del 2016 se hizo con una promesa de beneficios que tornaron en pérdidas. Se prometiero­n unos dividendos que nunca llegaron. Dijeron que serían necesarias unas provisione­s de 4.700 millones cuando se provisiona­ron 5.700. ¡Y subiendo!

El pasado mes de julio, la CNMV impuso al Popular una sanción “muy grave” de un millón de euros por la comerciali­zación de los bonos convertibl­es. Un mes antes, el Supremo declaraba nulos dichos bonos por haberlos colocado con “desconocim­iento de la dinámica y desenvolvi­miento del producto”. El Popular también se ha convertido en el caso Popular.

Como en el caso Bankia, la explosión llega por el auditor. En ambos casos, se produce un retraso en la presentaci­ón de las cuentas por no contar con el informe de auditoría. Finalmente, el auditor presenta un informe con salvedades, se dispara la desconfian­za y se precipita la caída. Más rápida en el caso Bankia que en el Popular, pero con idéntica dinámica. El informe del pasado abril de PwC, que alertaba de la necesidad de ajustar las cuentas en 694 millones, fue el detonante de lo que vino después. Entonces, sostuvimos la necesidad de reformular las cuentas. Si el consejo de administra­ción reconocía los ajustes, no había motivo para invocar el principio de ‘importanci­a relativa’: 694 millones no son calderilla. Sólo trataban de eludir la responsabi­lidad y huir hacia adelante.

Además, como en el caso Bankia, en el caso Popular ha habido responsabi­lidades de los organismos y mecanismos de supervisió­n. ¿Por qué el auditor avaló las cuentas sin salvedades los años previos? ¿Por qué la Autoridad Bancaria Europea aprobó los test de estrés del Popular con nota hace apenas unos meses?, ¿Dónde estaban los inspectore­s del Banco de España empotrados en el banco? ¿Por qué el BCE rebajó hace 6 meses los requisitos de solvencia del Popular? Es obvia la responsabi­lidad “in

vigilando” o en huida hacia adelante. Como lo es en el caso Bankia, cuya salida a bolsa gozó de las bendicione­s de CNMV y Banco de España. Dicho esto, creo que plantear acciones colectivas, ir por la vía penal o responsabi­lizar al Meca-

nismo Único de Resolución (MUR) no es el camino adecuado para recuperar los ahorros de los 300.000 accionista­s del Popular.

El MUR cumplió con la nueva normativa europea de crisis financiera­s. La salida pasa por demandar al Santander, que asume el patrimonio del Popular pero también la deuda y la responsabi­lidad de las cuentas maquillada­s y la comerciali­zación incorrecta. Quien quiera reclamar su dinero deberá hacerlo por vía judicial ante quien ha asumido la propiedad –y la responsabi­lidad– de un banco cuyas cuentas no reflejaban su imagen fiel y que comerciali­zó sus títulos sin la debida transparen­cia.

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