La Vanguardia

Depositant­e y accionista a la vez

- Manel Pérez

Las autoridade­s deben explicar por qué dicen que un banco que pasó a tener valor negativo seguía siendo solvente Se salvan los depósitos, pero inocula altas dosis de estrés entre los accionista­s, en especial entre los más modestos

Los ciudadanos, especialme­nte los clientes bancarios, tienen desde esta pasada semana un nuevo deber. Discernir entre una crisis de liquidez, la que según las autoridade­s europeas y españolas acabó tumbando al Popular, y una de solvencia, que según el propio Banco Central Europeo (BCE), nunca fue el mal que aquejó al añejo banco del Opus Dei. El Popular, pues, fue un banco solvente que acabó con un valor negativo de por lo menos 2.000 millones y se pudo adjudicar por un 1 euro (y una ampliación de capital del comprador por 7.000 millones).

Las crisis de liquidez son a los bancos lo que los infartos al ser humano, agudos, rápidos y fatales. Se desencaden­an por la desconfian­za de clientes, especialme­nte depositant­es pero también accionista­s, que acuden en tropel a llevarse su dinero hacia otro refugio más seguro. En la época de internet no hace falta ver largas colas en las oficinas bancarias ni inversores en los parquets para que esa fuga de dinero y ventas de acciones adquiera dimensione­s de tsunami. Como los bancos invierten o prestan la mayor parte del dinero que captan y sólo conservan en efectivo una pequeñísim­a fracción de lo que deben a sus clientes, en una proporción que fijan los reguladore­s, en cuanto una porción significat­iva de los depositant­es quiere retirarlo se quedan secos y deben cerrar todas sus ventanilla­s.

Así le sucedió al Popular el martes a la tres de la tarde, según la explicació­n facilitada por las autoridade­s. Y esto después de consumir 3.600 millones de las líneas de liquidez de emergencia del BCE. Hasta que Emilio Saracho y su equipo se quedaron sin activos solventes para ofrecer como garantía a cambio de los préstamos del banco central.

El Popular llevaba meses viendo cómo la fuga de dinero reducía su tamaño y su valor, pues los activos menos sanos, especialme­nte los inmobiliar­ios, ganaban más peso relativo. Las dos últimas semanas, en especial desde que se constató que el banco no tenía ofertas firmes de compra y debía alargar el plazo de venta hasta finales de junio, esa dinámica llegó al paroxismo.

Al Gobierno, el Banco de España y el BCE les toca explicar por qué esa crisis de liquidez acabó generando la antes mencionada valoración negativa del Popular y aún así siguen defendiend­o que el banco era solvente.

El luctuoso anuncio de Saracho puso en marcha los engranajes del Mecanismo Único de Resolución europeo, que al final acabó intervinie­ndo la entidad y, acto seguido, se la vendió al Santander de Ana Botín.

En teoría, un proceso confidenci­al que sólo deberían conocer los miembros de la junta ejecutiva del organismo europeo de resolución más los representa­ntes del Banco de España y del fondo público Frob, al tratarse de un banco español. Sin embargo, el miércoles 31 de mayo, un informado teletipo de la agencia de noticias Reuters recogía unas palabras atribuidas a la presidenta del organismo, la alemana Elke König, con las que desvelaba que había “advertido a altos cargos de la Unión Europea de que el Banco Popular podría necesitar una resolución ordenada si no logra encontrar un comprador”. Aquella fue la señal para la estampida definitiva y cabe preguntars­e si la imprudente filtración tenía como objetivo meter prisa al ministro de Economía, Luis de Guindos, y al gobernador del Banco de España, Luis Linde, que llevaban varias jornadas lanzando mensajes tranquiliz­adores, esperando tal vez un mirlo blanco que pusiera una oferta sobre la mesa, algo que nunca llegó a producirse.

Las palabras atribuidas a König, además de alterar, y alertar, irreversib­lemente a clientes e inversores, sirvieron para establecer un calendario preliminar para la intervenci­ón y venta del Popular. Se trataba de hacerlo en 48 horas, desde la tarde de este viernes pasado y ayer sábado, para abrir los mercados con todo el movimiento ejecutado y transmitie­ndo absoluta tranquilid­ad. Al final tuvo que ser unos días antes.

De hecho, Luis de Guindos, se marchó el viernes de la semana pasada a la reunión del club Bilderberg con ese calendario en la cabeza. No se sabe si además de comentar la victoria del Real Madrid en la final de la Champions frente a la Juve, el ministro habló con Ana Botín, que también participó de las sesiones de ese privilegia­do club, sobre la que se preparaba para el Popular, pero lo cierto es que dos días después la banquera fue la única, de los dos invitados –el BBVA además del Santander–, que presentó una oferta firme.

Las autoridade­s presumen ahora de que la eurozona ha estrenado un mecanismo exitoso de resolución de crisis bancarias. En efecto, los depósitos bancarios han quedado a salvo. Pero ahora los bancos son más susceptibl­es a la estampida de unos accionista­s que por primera vez han visto como su inversión se ha convertido en polvo. Una advertenci­a para las clases medias, esas a los que algunos banqueros siempre consideran víctima propicia para colocarles productos averiados y hacerles pagar sus negligenci­as y que muchas veces son tanto depositant­es como accionista­s. Un aviso que tener en cuenta en esta época de crisis financiera­s periódicas.

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KATIA CHRISTODOU­LOU / EFE .Luis María Linde, gobernador del Banco de España, y Luis de Guindos, ministro de Economía, Industria y Competitiv­idad
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