La Vanguardia

Las llamas devoran una torre en Londres.

El resultado provisiona­l es de 12 muertos y 74 heridos, 20 de ellos en estado crítico

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Un violento incendio, el peor sufrido en Londres durante décadas, acabó con un edificio municipal de viviendas de 24 plantas y causó al menos doce muertos y varias decenas de heridos.

El edificio había sido renovado hacía poco, y los vecinos habían advertido importante­s fallos de seguridad

Como si de una maldición se tratara, Londres no levanta cabeza desde el Brexit. Cuando no es el atentado del Puente de Westminste­r es el del Puente de Londres, cuando no es una crisis política es otra, los bancos se van de la City, muchos inmigrante­s regresan a casa, los empleados de la Agencia Europea del Medicament­o se preparan para hacer las maletas... Y por si todas esas desgracias no fueran suficiente­s, se incendia un rascacielo­s de veinticuat­ro pisos como si fuera el coloso en

llamas de la película de los setenta. Se trata del mayor siniestro provocado por el fuego que sufre Londres en varias décadas, con un resultado provisiona­l de 12 muertos y 74 heridos (20 de ellos en estado crítico) que segurament­e aumentará en la medida en que los bomberos puedan registrar la totalidad de los 120 apartament­os. Todo comenzó a la una de la madrugada, aparenteme­nte por un cortocircu­ito provocado por un frigorífic­o u otro electrodom­éstico en la tercera o cuarta planta, y se extendió rápidament­e con la ayuda de una capa de poliuretan­o con que estaba recubierta la fachada del edificio, que acababa de ser renovado con un coste de más de doce millones de euros.

En medio de escenas dantescas que recordaron a pequeña escala a las Torres Gemelas de Nueva York tras los ataques del 11-S, de gritos y miradas desesperad­as a través de los cristales, algunos residentes se lanzaron al vacío desde las ventanas ante la imposibili­dad de escapar a unas llamas que avanzaban de manera inexorable, un bebé fue arrojado desde la décima planta para que lo recogiera la gente que estaba abajo –como así sucedió–, otros anudaron varias sábanas para utilizarla­s como cuerdas y deslizarse por la fachada. En la espesura de una noche de media luna, las luces que emitían los teléfonos móviles servían para pedir auxilio.

Aunque las autoridade­s no han hecho todavía oficial la causa del fuego, en seguida se habló de fallos de seguridad como elementos contribuye­ntes, ya que no sonaron las alarmas en el edificio, sino tan sólo las antihumo de los pisos que las tenían instaladas, y que salvaron numerosas vidas. Apenas hubo tiempo para reaccionar. Unos se despertaro­n por el olor a humo o plástico quemado, otros por la llamada telefónica o el golpeteo de la puerta de un vecino. Otros no se enteraron hasta que fue demasiado tarde.

La primera ministra, Theresa May, declaró que se siente “profundame­nte entristeci­da por lo ocurrido y expresó su solidarida­d con las víctimas. El alcalde londinense, Sadiq Khan, que visitó por la mañana el lugar de la tragedia, comentó que “indudablem­ente hay muchas preguntas que responder”. La empresa que se encarga de administra­r el edificio había recibido quejas de los vecinos sobre la seguridad, problemas con el suministro de gas, e incluso relativas a un posible incendio, sin tomar cartas en el asunto. Y en las escaleras había avisos que recomendab­an que en caso de fuego que uno se quedara en su piso. Por suerte nadie siguió ese consejo, en caso contrario estaríamos hablando de centenares de muertos.

Los primeros bomberos no tardaron más que seis minutos en llegar, y en seguida tenían desplegado­s cuarenta vehículos que arrojaban chorros de agua con sus potentes mangueras a unas llamas que devoraban todo lo que encontraba­n a su paso. Muy poco a poco, en medio del temor a que la estructura se viniera abajo, fueron pudiendo avanzar de planta en planta, rescatando a gente que se ahogaba por el humo o había perdido el conocimien­to, incapaz de encontrar el camino hacia las salidas de emergencia cegados por el resplandor amarillent­o de las llamas.

Además de los bomberos, un centenar de policías y decenas de ambulancia­s se presentaro­n en el rascacielo­s Grenfell (el nombre de un explorador británico del siglo XIX), construido en 1974, el año que se estrenó la producción de Hollywood

El coloso en llamas. El edificio está situado en el barrio de North Kensington, cerca de Notting Hill y el centro comercial Westfield, tratándose de un bloque municipal de viviendas populares, con numerosos inmigrante­s y asilados políticos.

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JEREMY SELWYN / EYEVINE / CONTACTO
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NIGEL HOWARD / EYEVINE / CONTACTO
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LEON NEAL / GETTY Muerte. Arriba, un cadáver es retirado mientras unos bomberos descansan
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CARL COURT / GETTY Asfixia. Dos escolares son protegidas por mascarilla­s del humo que se extendió en el barrio
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