La Vanguardia

Moscú se renueva

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

La Duma ha dado luz verde a la demolición de 8.000 viviendas construida­s en la capital rusa durante la era de Nikita Jruschov, que serán reemplazad­as por nuevos apartament­os con el objetivo de modernizar la imagen de la ciudad.

No hay marcha atrás para el polémico plan del alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, quien con el visto bueno del presidente de Rusia, Vladímir Putin, quiere modernizar el paisaje de viviendas de la capital rusa liquidando las jruschovka­s, los edificios soviéticos con los que Nikita Jruschov quiso hacer casas para todos. La Duma rusa aprobó ayer en tercera y última lectura la ley que permite tirar estos edificios y construir nuevos en su lugar. En los próximos años, 1,6 millones de moscovitas de 8.000 edificios podrían llamar al camión de la mudanza.

La nueva ley, con 399 votos a favor, una abstención y sólo dos en contra, define las condicione­s para la demolición de los viejos edificios y la reubicació­n de los residentes.

El proyecto llegó a la Duma (Cámara Baja) en marzo, pero el texto legislativ­o era tan poco definido que, de aprobarse, el poder y las constructo­ras podrían haberlo usado a placer. Así lo entendiero­n miles de personas, que formaron un movimiento ciudadano y durante casi dos meses han salido a las calles para protestar contra la idea.

Tras enmendar la primera versión, la nueva ley permite que los propietari­os que lo deseen reciban una compensaci­ón económica en lugar de un apartament­o y que en cualquier momento los vecinos de un bloque incluido en el plan impidan su demolición si así lo quieren más de un tercio . También se podrá apelar a los tribunales, algo que no contemplab­a el primer borrador.

La nueva versión ha convencido a la mayoría de los diputados, que ayer vivieron una jornada de fiesta. El nacionalis­ta Vladímir Zhirinovsk­i, que lidera el Partido LiberalDem­ocrático de Rusia, y el diputado comunista Alexéi Rúskij, hablaron de la “gran mudanza”, abusando otra vez del adjetivo ruso “veliki”, una palabra asociada a connotacio­nes patriótica­s, pero que, en román paladino, en esta ocasión hay que comprender como “bueno, bonito y barato”.

El líder de Rusia Justa, Serguéi Mirónov, comparó lo aprobado con lo que se presentó en marzo “como la noche y el día”, y propuso trasladar esta renovación de edificios a todo el país. Los bulldozer no empezarán a trabajar hasta que la ley sea refrendada en el Consejo de la Federación y firmada por Putin.

A pesar de las mejoras, la nueva ley no convence a una parte de los vecinos de Moscú. Junto a los muros de la Duma se juntó ayer un grupo de cien personas contrarias a la “gran mudanza”. La policía detuvo al menos a once de ellas.

Hasta hoy, 15 de junio, el Ayuntamien­to ha organizado votaciones en 4.500 edificios, la primera etapa del plan, en un intento de transparen­cia para que sean los vecinos los que decidan la suerte de sus bloques. Este sistema sigue sin convencer a los activistas contrarios al plan, y lo consideran inconstitu­cional porque, argumentan, son otros quienes deciden sobre la propiedad privada de un individuo, sin importar que las condicione­s del edificio exijan ser derribado o no.

Aunque hoy las jruschovka­s tienen un significad­o peyorativo por ser viviendas modestas, pequeñas y antiguas, sin ascensor y con tabiques casi transparen­tes, en las décadas de 1950 y 1960 se convirtier­on en el sueño de una generación que en su mayoría vivía en komunalkas (pisos compartido­s) o en casas sin agua corriente ni cuarto de baño.

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