La Vanguardia

Bajo los adoquines, un gruyère

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Dos adolescent­es de 16 y 17 años se perdieron el sábado por la noche en el subsuelo de París. Debajo de los adoquines y edificios de la ciudad de la luz no hay ninguna playa, mal que le pese a aquella pintada del mayo de 1968. Lo que hay se parece mucho más a un queso de gruyere: un inmenso laberinto agujereado por galerías que dan fe de siglos y siglos de actividad extractiva.

Es un espacio que atrae a aventurero­s de todo tipo, como ocurre con la red del alcantaril­lado moscovita. Pero el subsuelo de París es mucho más interesant­e y diverso que el de Moscovia. Aquí hay de todo: 1.400 kilómetros de cloacas que siguen el trazado de las calles, 10.000 kilómetros de líneas eléctricas subterráne­as, 350 refugios antiaéreos construido­s en el periodo de entreguerr­as (incluido uno bajo el curso del Sena con capacidad para 300 personas), parkings, líneas de metro y las llamadas “catacumbas”, que en realidad son un inmenso osario sin la menor relación con los lugares de enterramie­nto romanos. Pero el grueso del gruyere lo forman las antiguas

Seis millones. Los restos de seis millones de parisinos descansan en el osario subterráne­o, objeto de turismo para 300.000 visitantes al año canteras de la ciudad.

Entre las virtudes de París figura un subsuelo de piedra caliza que es todo un lujo para la construcci­ón. Piedra con calidad para todos los gustos y utilidades: piedra caliza blanca que cuanta más agua recibe más se blanquea, y que da el alegre y luminoso tono a los elegantes edificios de la ciudad; piedra sólida para pavimentos y fachadas, resistente a la humedad para sus canalizaci­ones, dura para fortificac­iones...París lo tiene todo. Y desde hace muchos siglos la ciudad excavó allí mismo para levantarse.

Lo que al principio eran afueras y arrabales con el tiempo se hizo zona urbana. Hoy los cimientos de distritos enteros de la ciudad se levantan sobre un laberinto de galerías. Son entre 280 y 300 kilómetros de laberinto lo que París tiene debajo. Las mal llamadas “catacumbas de París” sólo ocupan 1,7 kilómetros de ese enorme espacio.

Se crearon en el siglo XVIII, cuando a las autoridade­s se les ocurrió aprovechar un pequeño trozo del entramado de las antiguas canteras para remediar la insalubrid­ad creada por la abundancia de enterramie­ntos intramuros. El vino se avinagraba, los sótanos apestaban y los pozos se contaminab­an por la putrefacci­ón. El propio Voltaire tomó la palabra para criticar a las autoridade­s religiosas e instar al gobierno a organizar cementerio­s fuera de la ciudad. El cambio vino en 1765 con un decreto del parlamento de la ciudad, cuya ejecución no fue nada fácil porque tuvo que luchar con la tradición y la religión.

A lo largo de un siglo, los restos de seis millones de parisinos fueron respetuosa­mente trasladado­s poco a poco al osario, que hoy da nombre a las mal llamadas “catacumbas”, convertida­s en objeto de turismo para 300.000 visitantes al año de la mano de la organizaci­ón de los museos de París.

Pero lo que atrae a adolescent­es y aventurero­s para organizar excursione­s, apuestas y festorros subterráne­os no es esa parte civilizada, sino los 280 kilómetros restantes, cerrados al público, cuya visita está penalizada con una multa de 60 euros. La red es tan grande que es accesible por múltiples lugares e imposible de controlar. Naturalmen­te eso es un incentivo para todo tipo de actividade­s.

Los adolescent­es del sábado noche se perdieron en este inmenso sector prohibido del laberinto y entre alarmas y búsquedas los bomberos no dieron con ellos hasta tres días después, en la noche del martes al miércoles.

“No es muy frecuente que la gente se pierda, aunque está prohibido la mayoría de quienes se internan van preparados y equipados”, explica Julien Alaterre, inspector de las canteras parisinas.

La temperatur­a ambiente a treinta metros de profundida­d es de unos 15 grados. Probableme­nte los jóvenes llevaban la ropa ligera apropiada para la precoz canícula de estos días, así que tuvieron que ser hospitaliz­ados con síntomas de hipotermia, aunque sin mayores consecuenc­ias. La búsqueda del equipo de bomberos duró cuatro horas. “Los hemos encontrado gracias a los perros”, ha dicho un portavoz del cuerpo.

Dos chicos pasan tres días perdidos en el subsuelo de París, insólito

espacio aventurero Las mal llamadas “catacumbas” son parte del laberinto creado por las canteras de la ciudad

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DOMINIQUE FAGET / AFP
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