La Vanguardia

Más allá de la moción

- Fernando Ónega

Terminó la moción de censura y terminó como estaba previsto. El portavoz socialista, José Luis Ábalos, le escribió un epitafio: “Esta moción es un acto fallido en origen”. Sólo le faltó poner debajo: RIP. Sobre los discursos pronunciad­os se puede decir todo, según la ideología de quien lo diga. Este cronista piensa que cada orador lo hizo lo mejor que pudo, que algunos pensaron en su militancia y sus votantes, otros en el interés del país y no faltó quien pensó únicamente en sí mismo, porque un debate parlamenta­rio tiene algo de análisis de la situación y tiene mucho de reválida del político que habla, sobre todo ante los medios de comunicaci­ón.

Más allá de todo eso, creo que se hizo un buen ejercicio democrátic­o, aunque no haya servido para derribar un gobierno. Salieron a relucir los problemas del país, incluido el del encaje de Catalunya en el Estado español. Se hizo un catálogo exhaustivo de fracturas políticas y sociales. Se enseñó un muestrario de soluciones más o menos utópicas, pero lo utópico en España termina por ser posible. Y debe ser anotado que en la censura general al régimen que hicieron Montero e Iglesias no se citó a la monarquía. Hoy por hoy no figura en el programa de reformas de Podemos, que tanto reclamó que Felipe VI pueda ser votado por la ciudadanía. En principio parece un buen síntoma para la estabilida­d en la jefatura del Estado.

¿Y qué dibujo queda de la España política? En el mapamundi del país, que diría aquel de Bilbao, siguen los dos bloques tradiciona­les: el de las urgencias sociales (izquierda) y el de las urgencias económicas (derecha). La cuestión catalana se cuela en ambos, pero como factor de discordia. El PSOE y Podemos, por ejemplo, coinciden en el diagnóstic­o social, pero les separa un abismo al posicionar­se ante el procés. Con esa excepción, el retrato de fuerzas sugiere la imagen de un nuevo bipartidis­mo sin estructura­r y en busca de líder. Quizá sea el punto de partida para que se empiece a pensar en otra moción de censura, con Pedro Sánchez de candidato. Iglesias tiene mucho que esperar, sobre todo después de los apoyos recibidos. En España ser votado por Bildu y ERC hace buena la definición de Rivera: “Demolicion­es Iglesias”.

Y esto, a su vez, tiene una consecuenc­ia: Rajoy sale reforzado por comparació­n con el aspirante, pero con una contradicc­ión: la idea de un Rajoy estable, que decide el calendario electoral y con un mandato garantizad­o por el éxito de los pactos presupuest­arios, se deteriora levemente. Como en los partidos finales de algunas ligas de fútbol, no depende sólo de su juego, sino del juego de los demás. Y una posdata: sí hay mucho que censurar en la política actual. Las cifras y previsione­s económicas son magníficas, las mejores de Europa; pero las siguen empañando la desigualda­d y la corrupción. Y Catalunya tampoco encontró en esta oportunida­d la clave que haga soñar con una próxima solución.

Fue un buen ejercicio democrátic­o, aunque no haya servido para derribar un gobierno

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