La Vanguardia

En un principio

- Imma Monsó

En un principio fue la cerveza sin alcohol, allá por los setenta del siglo pasado. Luego llegó el tabaco sin nicotina, el café sin cafeína, los postres sin azúcar y, en fin, tantas cosas que de forma genuina y esencial habían sido con pasaron a ser sin en aras de un mundo más higiénico, seguro y desustanci­ado. Por aquel entonces, los escritores vividores (siempre numerosos) bromeaban mucho sobre el nuevo mundo light. En los medios no faltaban voces que denunciaba­n con sarcasmo lo que considerab­an una moda pasajera.

Pero el sin se impuso y nos convertimo­s en una sociedad obsesionad­a por la profilaxis y la seguridad. Tanto ha sido el éxito de la preposició­n castradora que, una vez consolidad­a en el ámbito de la salud, se ha ido extendiend­o al ámbito de la robótica. Empezaron los trenes sin maquinista y luego han venido los vehículos sin conductor, los robots que operan sin necesidad de cirujano y las fregonas que van solas por casa. Incluso hay un prototipo de carrito de la compra que va a circular por la calle como perro sin amo. Pero el colmo es el titular que leí el sábado en este mismo diario: “Boeing ensayará vuelos sin necesidad de pilotos”. Y seguía: “Las aeronaves han de ser capaces de viajar por sí solas en todas las fases de un vuelo”.

“Esto es entrar en una nueva dimensión”, me dije. Porque ¿de verdad alguien quiere subirse a un avión sin piloto? Cuando embarcamos en un avión, del piloto esperamos mucho... (Por no decir todo). Vemos el mundo dividido en dos bloques: el de los pasajeros y el del piloto (que preferimos imaginar acompañado de un copiloto). Entre los pasajeros, no nos importa ver a seres chapuceros o torpes,

Primero fue la cerveza sin alcohol, luego el tabaco sin nicotina, los postres sin azúcar, el café sin cafeína...

a seres congestion­ados que parecen a punto de sufrir un infarto, a personas soñolienta­s, a individuos tan tristes que parecen desear estrellars­e o a personas tan asustadas que no les confiarías ni la conducción de una silla de ruedas. En la cabina, en cambio, no esperamos ver a un piloto con ninguna de estas caracterís­ticas. De hecho, yo nunca espero tener que verlo. Ni tampoco oírlo, desde que se ha puesto de moda que el piloto nos cuente milongas por los altavoces y haga chistecill­os. Yo prefiero imaginar a una persona seria y circunspec­ta. Ahora bien, que prefiera no verla no significa que no me guste saber que está ahí.

En resumen: mi voto está con quienes quieren que los aviones sigan siendo pilotados por un ser humano. Porque ¿qué nos queda a los que hemos pasado la vida viendo fregonas de palo conducidas por nuestras madres, autocares con chófer, aviones con piloto y vehículos con conductor? ¡Nada!… O tal vez sí: volver al principio. A la cerveza con alcohol y a nuestros viejos vicios, puesto que ya no habrá que conducir, ni pilotar, ni operar, ni fregar. No hay mal que por bien no venga ni ciclo que no regrese.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain