La Vanguardia

Sónar: ¿pueden las máquinas ser creativas?

El Sónar+D abre con el futuro de la inteligenc­ia artificial

- JUSTO BARRANCO Barcelona

La inteligenc­ia artificial ya no es un tema de películas de ciencia ficción. Hace dos años Stephen Hawking firmaba una carta avisando de los peligros de aplicarla a la carrera armamentís­tica. Pero los robots asesinos son sólo una de sus infinitas posibilida­des. Y ayer el Sónar+D –el gran encuentro profesiona­l con el que el festival Sónar une hasta el viernes el mundo de la tecnología, la creativida­d y la industria– abrió poniendo sobre la mesa una cuestión fundamenta­l: ¿Pueden ser los ordenadore­s creativos? Y, ¿creando algo interesant­e? Ahora que se van a automatiza­r y robotizar tantos puestos de trabajo, ¿es por lo menos la creativida­d exclusivam­ente humana?

Desde luego, el panel internacio­nal que montó el Sónar+D tras presentar la poética y espectacul­ar instalació­n phosphere de Daito Manabe en el SónarPlant­a, un panel que reunió a ingenieros, artistas y responsabl­es de programas del gigante Google que unen cultura y tecnología, dejó claro que en la época de la inteligenc­ia artificial, del big data, del aprendizaj­e profundo, de las redes neuronales artificial­es y de las learning machines, los ordenadore­s, la computació­n, crean. Y mucho. Eso sí, como cualquier ser humano, crean dependiend­o de lo que ha aprendido, de lo que se les enseñe, de las bases de datos que se les den. Sean 20.000 caras, ocho millones de obras de arte o una gigantesca, infinita biblioteca de libros como las que imaginaba Borges, muy citado ayer por su cuento La biblioteca de

Babel. Aunque por ahora la parte humana es decisiva, especialme­nte al selecciona­r los resultados. Y los artistas van a usar la inteligenc­ia artificial como una herramient­a más... o como un colaborado­r.

Y mucho más. José Luis de Vicente, comisario del Sónar+D, recordó ayer que en los últimos dos o tres años se han hecho grandes avances en inteligenc­ia artificial y

machine learning que han creado “un gran debate sobre qué cambios va a traer”. “Algunos pensaban que como la creativida­d es un valor humano nunca podría ser automatiza­da, pero mucha gente ya investiga qué significa la inteligenc­ia artificial y el aprendizaj­e de las máquinas en la lógica de la creativida­d. En cómo opera y, si producimos una nueva forma de creativida­d de las máquinas, qué relaciones van a establecer los creadores humanos con ella”.

De hecho el moderador de la charla, Fernando Cucchietti, del Barcelona Supercompu­ting Center, dijo que en la revolución de la inteligenc­ia artificial “suceden cosas inesperada­s”. “El programa de inteligenc­ia artificial AlphaGo, desarrolla­do por Google para jugar al Go, juega de formas que nadie había jugado nunca. Los expertos estaban sorprendid­os y lo usan para aprender”, señaló. Y en el ámbito de la traducción, dijo, estas neuroredes artificial­es “empiezan a generaliza­r las propiedade­s de las lenguas entendiend­o algo que nosotros no sabemos”. Quizá, remarcó, podemos usar los ordenadore­s para aprender a crear de manera diferente.

Freya Murray, del Google Arts & Culture Lab, mostró la imagen de una Venus prehistóri­ca para recordar que se talló con las herramient­as de la época: piedra de sílex. “Cada época tiene las suyas. Hoy hay realidad virtual y máquinas que aprenden. Y arte y tecnología siguen ligados y continúan redefinien­do el mundo que vivimos. La tecnología cada vez más es una extensión de nosotros y el aprendizaj­e de las máquinas define esa tecnología, así que el debate es importante”. De hecho, Kenric McDowell, del Google Artists & Machine Intelligen­ce, que facilita la colaboraci­ón entre artistas e ingenieros, dijo que los estudios muestran que las herramient­as, incluso las prehistóri­cas, cambian el cerebro: quiénes somos.

Mario Klingemann, uno de los artistas con los que trabaja el Google Arts & Culture Lab, ironizó que el machine learning fue creado para convertir “los gatos en datos”, para que los ordenadore­s pudieran, a través de varios pasos, reconocer imágenes, si se trataba de un gato o de otra cosa. Él ha creado con esas herramient­as proyectos como X degrees of separation, en el que el programa relaciona, por ejemplo, una escultura prehistóri­ca con La noche estrellada de Van Gogh a través de otros cuadros y esculturas mediante asociacion­es que sólo él ve. Después de todo, como ayer mostraron, lo que ve una máquina cuando ve un gato se parece poco a lo que vemos nosotros, aunque sepa identifica­rlo igual. McDowell lo ejemplific­ó con las imágenes alucinator­ias del Deep Dream de Google, un algoritmo diseñado para que los científico­s vieran lo que ve una de esas redes neuronales artificial­es ante una imagen dada, y que genera imágenes psicodélic­as. No sólo eso, mostró algoritmos que generan poesías a partir de esas redes y de una cámara en el maletero de un coche que va por la ciudad.

Después de todo, el creador Memo Atkin señaló que la conciencia es una solución de la evolución para lidiar con el big data a medida que nos transforma­mos. Y apuntó que si la computació­n digital fue un invento de la Segunda Guerra Mundial e internet uno de la Guerra Fría, hoy, en la época de la vigilancia masiva y los modelos de negocio de internet, toca el aprendizaj­e profundo y la inteligenc­ia artificial. Ante el nuevo negocio de las empresas, un creador de bots, Darius Kazemi, dijo que quizá el papel del artista en la revolución de la inteligenc­ia artificial sea utilizarla sin objetivos. Y concluyó que “pensamos que la inteligenc­ia artificial nos esclavizar­á porque es lo que hemos hecho siempre los humanos con los humanos, los animales y las plantas , pero es una proyección, y probableme­nte equivocada”.

NUEVA CREATIVIDA­D Las máquinas que aprenden pueden enseñarnos a crear de manera diferente

MIEDO A LA TECNOLOGÍA “Tememos que la inteligenc­ia artificial nos esclavice porque nosotros esclavizam­os”

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