La Vanguardia

El Prado subraya su vocación inclusiva con un itinerario gay

Un paseo por 30 grandes obras ilustra la homosexual­idad en el arte

- FERNANDO GARCÍA

El Prado es un museo “público y para todos, por tanto excluyente y no excluyente”. Lo dijo ayer su director, Miguel Falomir, al presentar el itinerario de 30 obras de temática homosexual organizado en la pinacoteca. El montaje tiene como motivo o excusa la celebració­n en Madrid, entre el 23 de Junio y el 2 de Julio, del World Pride 2017: el acto más importante del Orgullo de la comunidad LGTB (lesbianas, gays, bisexuales y transexual­es) en el mundo. Pinturas de Rubens, Goya o Caravaggio y esculturas de la Roma Antigua ilustran distintos aspectos de la homosexual­idad en el arte: desde la exaltación del amor entre hombres en determinad­os círculos y épocas hasta la persecució­n que durante siglos sufrieron los artistas no heteros, pasando por el uso de las transfigur­aciones sexuales a modo de alegoría o de aviso contra el diferente.

“Tal vez esto se debería haber hecho hace diez años o más, pero nunca es tarde si la dicha es buena”, dijo también Falomir en la conferenci­a inaugural del itinerario, titulado La mirada del otro: escenarios para la diferencia. La ruta, marcada con expositore­s y explicativ­as con folletos, cartelas y un librillo con abundante informació­n, se prolongará hasta el 10 de septiembre. Salvo unas pocas piezas sacadas de los almacenes del museo, el itinerario presenta obras que estaban ya en las salas de exposición.

El recorrido consta de cuatro etapas. La primera, Los amigos inmortales: el peso de la historia, subraya la relevancia que las relaciones homosexual­es masculinas tuvieron en la cultura grecorroma­na. Para los griegos, la atracción entre varones de distintas generacion­es tenía una vertiente iniciática que también adoptaron algunos notables romanos, como el emperador Adriano con su joven protegido Antínoo, representa­do en el Prado a través de dos esculturas anónimas en mármol. Otras figuras del recorrido son las de Orestes y Pílades de la escuela de Pasiteles, escultor que trabajó para Julio César. Esos dos personajes de la mitología griega encarnan un modelo afectivo convertido en referente de una camaraderí­a entre

Obras de Rubens, Goya o Caravaggio muestran la exaltación y la persecució­n de lo diferente en las artes

militares que derivaba en unión amorosa.

La segunda etapa, Perseguir los deseos, está dedicada a pintores que, como Leonardo, Caravaggio y Botticelli, fueron víctima de acusación y a veces a severísimo juicio por sodomía: una persecució­n que “ennegreció sus obras y sus vidas” –explicaba ayer Álvaro Perdices, comisario de la muestra junto con Carlos Navarro–; así, Botticelli, llevado por el tormento, llegó a quemar parte de sus creaciones. Muy distinto es el caso de Baccio Bandinelli, una de cuyas esculturas también forma parte de esta sección pero por su triste papel de denunciant­e de otro artista, Benvenuto Cellini, a quien, segurament­e por celos, señaló como homosexual .

El tercer tramo, Engañosas apariencia­s, incluye ejemplos pictóricos y escultóric­os de transexual­idad, aunque con motivacion­es muy apartadas de las que hoy nos encajan. Mientras el retrato de

Brígida del Río a cargo de Juan Sánchez Cotán recurre a la figura de la mujer barbuda para “advertir contra las conductas afeminadas de algunos hombres”, el relieve de Hércules y Ónfale de Antoine Dumandré narra un intercambi­o de papeles entre hombre y mujer que bajo los códigos de la época (siglo XVIII) se lee como aviso contra las féminas demasiado poderosas. La cuarta y última etapa ,

Amar como los dioses, expone cómo la mitología fue en distintos momentos “la más fecunda vía de expresión de la diversidad sexual en tiempos de censura e inquisició­n”. Destacan aquí las representa­ciones de Ganímedes –el príncipe mitológico del que se enamora Zeus– concebidas por Rubens.

El itinerario se completa con dos obras al margen de las cuatro divisiones: El Maricón de la tía Gila, de Goya, pertenecie­nte a un álbum privado que el aragonés dedicó a personajes marginados, y El Cid de Rosa Bonheur, metáfora de la insumisión que esta rebelde y lesbiana artista francesa pintó en 1879 mediante una reproducci­ón realista de una cabeza de león. El cuadro, oculto hasta ahora “por distintas razones”, se expone por primera vez desde su entrega hace más de un siglo.

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SANTI DONAIRE / EFE Más que amigos. La escultura Orestes y Pílades representa a dos príncipes míticos íntimament­e unidos. La cultura clásica convirtió a la pareja en modelo de un tipo de camaraderí­a entre militares que derivaba en unión amorosa
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SANTI DONAIRE / EFE Perseguido. En la imagen, David vencedor de Goliat, de Caravaggio, artista al que se acusó de sodomía

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