La Vanguardia

Ascienden y les despiden

- Joaquín Luna

No es la primera vez que sucede ni será la última en el mundo del fútbol: ascienden a Primera División y les despiden. A eso se le llama “morir de éxito”. Dos de cada tres jugadores de la plantilla más exitosa de los 86 años de la historia del Girona FC serán “despachado­s” en breve y, por tanto, se quedarán sin vivir el sueño que sólo ellos han hecho posible.

La lección es paradójica y no debería ser contada a menores de edad y personas sensibles. La “operación salida” fue acelerada ayer y entre las bajas hay dos especialme­nte simbólicas. El capitán Richy Álvarez ha disputado las últimas seis temporadas y admitió ayer que “el dolor me supera” –seis operacione­s quirúrgica­s en la rodilla en menos de dos años–. Por su parte, Felipe Sanchón, 35 años, prototipo del compromiso con su profesión, segundo máximo goleador del Girona en Segunda División, se despidió ayer con una frase agridulce: “Me voy en el mejor momento de la historia del club”.

Conocemos la canción. Su letra y su música: “Vamos a hacer un equipo competitiv­o”. Son palabras del director deportivo del Girona, Quique Cárcel, pero que años y años antes han pronunciad­o técnicos y presidente­s eufóricos de equipos recién ascendidos a Primera división.

Uno le desea larga vida al Girona FC porque está muy bien dirigido en los despachos y sus jugadores merecían este ascenso después de los crueles batacazos in extremis de las últimas temporadas. Sólo un club con personalid­ad resiste semejantes chascos, se levanta y persiste. He aquí el dilema: ¿tan convencido­s estan de que hay que revolucion­ar la plantilla y prescindir de los jugadores

Es una vieja canción: el Girona desmantela la mejor plantilla de su historia para no regresar a Segunda

que han obrado el milagro? Uno también ha visto esta película y tiene sus reservas, sobre todo si no se afina y mucho con las cesiones, reservadas, al parecer, al Manchester City. El jugador cedido –y más de una liga extranjera– es por definición un gran interrogan­te. Puede ser una perla o un perla que tiene poco compromiso con su club, en el que se siente de paso y sin vínculos.

Ni ellos ni los futuros fichajes saben lo que ha costado llegar hasta esa Primera División, algo por lo que sí han luchado, sufrido y triunfado los que hoy son invitados a marcharse. Uno, en esto es muy sentimenta­l y puestos a morir, lo haría con los valores y los del Girona FC estaban en esa plantilla a punto de derribo.

El reto es maravillos­o y ojalá Girona revierta esa fama –a lo París– de ser una ciudad muy poco futbolera, que ya se entretiene con otras cosas y nunca ha necesitado un equipo de fútbol potente para sentirse los domingos una ciudad feliz en su piel y sus genialidad­es.

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