La Vanguardia

“Era una niña movida”

Más allá de Belmonte, hay una alternativ­a para la natación en España: Jessica Vall

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Jessica Vall (28, Barcelona) se ilumina cuando le comentan: –Fred Vergnoux, el entrenador jefe de la natación española, contaba hace unos días: ‘Nuestra natación tiene dos armas: Mireia Belmonte y Jessica Vall’. ¿Qué siente usted al oír eso?

–Pues me pongo muy contenta. Aunque prefiero que no se olviden de los otros. –¿Qué otros? –Gente joven que viene muy fuerte. África Zamorano, Miguel Durán, Alberto Lozano, Joan Lluís Pons...

Son buenos tiempos para Vall. Se la distingue en el mundillo. Ayer firmó algún autógrafo. En camisetas de niños. Incluso en un gorro de natación. Cayó alguna selfie. Había colas para hablar con ella. La reconocen en el CN Sant Andreu. Su club. Su retrato cuelga de los pasillos de la piscina Pere Serrat.

Un recorte de periódico, enmarcado, anuncia: Jessica Vall irá a los Mundiales de Budapest. –No está mal, ¿no? –Vale, pero yo voy allí para disfrutar, como en los otros dos. –¿Y qué anda buscando? –Un par de finales, todas en braza: 100 y 200 m.

Ayer, Vall estuvo particular­mente ocupada. Tuvo que enfrentars­e a Yulia Efimova en los 100 m braza (fue tercera, en 1m06s95; ganó Efimova, con 1m05s66).

Hay que pararse en Efimova. Ahí va una nadadora controvert­ida: dos veces ha dado positivo.

La primera, por esteroides. Ocurrió hace cuatro años. Efimova dijo haberse confundido al comprar un suplemento en una tienda en California. La perdonaron a medias: en vez de 24 meses, le cayeron 16.

La segunda se produjo el año pasado, cuando incorporar­on el meldonio en la lista de sustancias prohibidas. También se hizo un lío, como Sharápova. Lo consumió cuando no debía hacerlo.

Tras diversos informes, el Comité Olímpico Internacio­nal (COI) le dio carta blanca para competir en Río.

Allí, el público la silbó. Desde el podio, Efimova lloraba.

–¿Le molesta competir junto a Efimova? –le pregunto a Vall.

–Prefiero no centrarme en eso. Solo iría en mi contra. Pero sí que le diré algo: me gusta su estilo de bracear. Es peculiar.

–Y mañana, ¿a trabajar o a la piscina?

Vall es licenciada en Biomedicin­a. Trabajó en el IMI (Instituto del Hospital del Mar de Barcelona, en la rama de Investigac­iones Médicas). Ahora lo hace para Bertelsman­n, especializ­ada en recursos humanos

–A trabajar. Pero antes, a entrenarme. –¿Ya le va a dar tiempo? –Por supuesto. Como cada día. Vall se levanta a las seis. Toma el metro en Horta y llega a Sant Andreu. Nada durante dos horas. Luego, el grupo sale a correr por la zona. Desayuna y vuelve al metro, ahora hasta Marina. Entra al trabajo a las diez. Está allí hasta la una. Y por la tarde, nada otras dos horas. Y mueve pesas. –¿Quién la puso a nadar? –Mis padres: era una niña muy movida. Me hacían nadar para calmarme.

Acertaron.

EL DÍA A DÍA Vall se levanta a las seis, nada y corre dos horas y luego trabaja hasta la una; y por la tarde, otra sesión

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CÉSAR RANGEL Jessica Vall, ayer en la piscina del CN Sant Andreu

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